El Laberinto

Orquesta disfuncional

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Analogía sobre el funcionamiento de la organización humana y una sinfónica.

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En una orquesta todos los músicos, como profesionales que son, conocen las partituras que deben tocar, como mantener sus instrumentos y en qué momento de la interpretación deben entrar y de qué manera hay que hacerlo.

Cada integrante es importante y requiere, para poder articularse con el resto, de un director que actúe dentro y fuera del escenario mucho tiempo antes de consumar el concierto corrigiendo a los intérpretes en los ensayos, resolviendo las dudas y disputas del conjunto e imprimiendo su propio sello interpretativo a la obra llevando los tiempos y los acentos.

Lo importante de este trabajo, es que a pesar de ser necesario que sepa tocar con maestría por lo menos un instrumento y tener idea de cómo se ejecutan los demás, el director no toca y necesita confiar en el resto para delegarles la responsabilidad de hacerlo en su nombre y bajo su tutela.

Imaginemos un director reprendiendo a un músico que desafinó retrasando las demás piezas y evidenciándolo frente a sus compañeros y el público; a otro que exige que todos toquen al mismo tiempo porque cree que deberían escucharse más fuerte creando un escándalo inaudible y desgastante; a uno que decide que el va a tocar todos los solos, soltando la batuta y arrebatándole el violín al solista dejando a la orquesta acéfala para hacerlo brillar; o a alguno que después de meses de ensayos llega una mañana antes del estreno a cambiar sus instrucciones. El director en su papel de músico olvida a la orquesta y la hunde en picada.

Por otro lado, pensemos en una orquesta que se niega a ensayar, que llega tarde, donde todos pelean por un solo aunque no sea de su instrumento o donde se interrumpen unos a otros mientas están tocando. El conjunto, en su afán de irritar al director olvida su amor por la música y queda mal con el público.

Seguro están pensando que todos ellos merecerían ser ahorcados con la cuerda de un piano, pero lo cierto es que así de absurdo como parece a nuestra imaginación pasa todo el tiempo, aunque no precisamente en las sinfónicas.