El Laberinto

Amor al arte

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Descubre la verdadera esencia del artista desde sus pulso interno creativo hasta la remuneración consabida por su trabajo.

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Todos, a menos que seamos millonarios o ascetas, hacemos cosas por dinero y algunas hasta nos gustan. Otras veces la retribución, aunque no siempre estamos tan conscientes de ello, viene en forma de reconocimiento, compañía y  afecto de parte de los demás y de seguridad, satisfacción, salud, estabilidad o comodidad para nosotros mismos.

Entre este constante intercambio y persecución de fines y esa obsesión por el autocuidado a través de casi todas las acciones de nuestras vidas, existe un tipo de personas que hace las cosas tan sólo por el placer que ello produce en ese justo momento, sin importar que puedan salir heridos, que no ganen nada, que puedan causar molestias al contradecir una monolítica idea de disfrute e incluso meterse en problemas y comprometer seriamente la ganancia y el confort. Son los que tan solo actúan por amor al arte.

Muchas veces se confunden con simples rebeldes o con personas autodestructivas, pero estos necesitan de atención para funcionar y ésta misma los integra con el resto, además de que funcionan por un motivo y si este se extingue su actividad también lo hace,  en cambio, un “artista” es aquel que seguiría haciendo lo que ama aunque nadie lo vea, de que sea inconfesable, a pesar de la censura la persecución e incluso el peligro real.

Un artista, entendido así,  no necesariamente tiene que crear cosas bellas, como canciones, libros o cuadros, no tiene siquiera que crear nada, su campo puede ser simplemente la destrucción o la acción efímera como el baile o el sexo.

Cualquier cosa llevada al extremo sin esperar nada a cambio, aunque lo reciban en ocasiones sin pedirlo, es una obra de arte y trae detrás de si a un artista si se encuentran con alguno realizando lo suyo o con su obra seguro se sentirán tocados, liberados, arrastrados, fascinados u horrorizados, pero jamás indiferentes.