El Laberinto

Las tijeras

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Al contemplar su trabajo terminado casi no pudo reconocer al hombre que había convencido de llegar hasta ese punto…

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Ella pensó que había llegado el momento de usar, como todas la gente que conocía, el patrón que venía en la revista de dudoso origen, tan antigua que con trabajos se alcanzaban a leer las instrucciones, lo miró extendido y lo posó sobre la mesa para posteriormente colocar sobre éste, entre cariñosos mimos, al sujeto que traía enredado en sus faldas. Después cerró los grilletes, que a su vez la sujetaban a ella.

Con sorpresa notó que no encajaba para nada con el molde, el cabello sobresalía por los lados; sus pies eran demasiado grandes y sus piernas muy largas;, en sus manos tenía una guitarra y un libro cuando la figura indicaba un portafolio y unas tijeras, en cambio, la cintura era demasiado pequeña. Él la miraba con unos ojos entre amorosos y suplicantes, pero la dejaba hacer.

Comenzó los recortes, el cabello fue el más sencillo, nunca le había gustado del todo, cuando se fijó en las piernas y pies estos se habían encogido por su cuenta,  pero al llegar a las manos se desencadenaron los problemas, no podía hacerlo soltar sus objetos, tuvo que recurrir a las cosquillas y después a la palanca en una cruel operación en la que casi le arranca un dedo, cuando lanzó lejos la guitarra pudo notar que la mirada ya no era tan azucarada como al inicio y que hacia intentos para levantarse.

  • ¿Qué te da derecho a hacerme esto?
  • Que te amo.

Lo que había alcanzado a entender del instructivo era que si esto sucedía debía calmarlo con jarabe de resignación y ponerle unas pesas en el abdomen, al hacerlo su cintura creció hasta llenar el patrón, ahora sólo faltaba colocar los utensilios en sus manos vacías y estaría listo.

Al contemplar su trabajo terminado casi no pudo reconocer al hombre que había convencido de llegar hasta ese punto, no estaba muy segura de que le gustara esta nueva forma, sólo sabía que así debía ser y con eso se conformaba.

Su creación sacó otro molde del portafolio que ahora tenía en su mano y le pidió las tijeras que, ante la sorpresa, aún no había soltado. Mientras era su turno de ser recortada pensó si realmente era esta la única manera de estar juntos, ya no estaba tan segura.