El Laberinto

Nunca cambies, nunca

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Yo no creo que debamos desechar lo que nos antecede, seria perdernos de un extraordinario acervo de maravillas que, aunque lleven mil años existiendo, la primera vez nos parecerán nuevas, además de que son los pilares de lo actual.

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Dicen los aferrados “todo tiempo pasado fue mejor”  y la frase misma encierra la clave de su invalidez, pues nos dice que FUE, no que sigue siendo, ni que será, pero profundicemos un poco sobre cuáles son las razones por las que se tiende a pensar esto, sobre todo en el terreno de la industria cultural como es la música, las películas, los programas de televisión y las modas.

Podemos empezar por diferenciar las edades de los defensores de lo viejo,  quien defiende lo que se produjo durante sus años mozos tiene la justificación de que se encontraba en el mejor momento de la vida para disfrutarlo y además cierto orgullo generacional al respecto, efectivamente siempre me parecerán mas graciosas las caricaturas que veía de niña por que estaban hechas para la edad que tenia y por que correspondían a mi escala de valores y a mi realidad.

Los jóvenes que defienden lo viejo sobre lo novedoso pueden hacerlo debido a dos causas: disconformidad con su grupo de edad, lo que los separa, o un simple e inexplicable miedo a comprometerse con lo nuevo, asumiendo el riesgo de tener una opinión polémica, es decir el culto que se le rinde a las bandas musicales inactivas se debe principalmente a que ya no hay oportunidad para el error o el cambio radical, el legado está terminado y como  tal comprometerse con las mismas no implica ningún riesgo. Pero al protegerse del riesgo también se pierden la posibilidad de emocionarse con la novedad.

Y esto nos lleva a un tercer tipo de defensor de lo viejo, al que con su permiso por usar un horrendo anglicismo, nombraremos como el “true fan” es aquel que sobre un productor activo y conociendo la trayectoria del mismo define el momento en el que se hace una partición arbitraria de la obra y decide que hasta ahí era de verdad bueno y que después no vale la pena. Es una combinación de los dos anteriores, pues considera el momento en el que comenzó como seguidor el ideal y teme asumir riesgos ante lo desconocido, con un extra de apego y ganas de congelar el tiempo, esperando que sus artistas preferidos vivan estancados y hagan versiones más frescas de aquello que en un principio los sedujo.

Yo no creo que debamos desechar lo que nos antecede, seria perdernos de un extraordinario acervo de maravillas que, aunque lleven mil años existiendo, la primera vez nos parecerán nuevas, además de que son los pilares de lo actual, pero tenemos que movernos para refrescarnos en dos direcciones principalmente: profundizar en lo viejo desconocido para salir de lo popular y de lo de siempre y entrarle con conocimiento, pero sin prejuicio a lo nuevo, que refleja el estado de las cosas actualmente. Como diría Luis Alberto Spinetta en su “Cantata de puentes amarillos” de 1973: Aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor.