El Laberinto

Inofensivo

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No existe una fórmula mágica para el bienestar sólo queda saber tomar el pulso de nuestros cuerpos y nuestras situaciones, debe ser triste terminar ahogado en el aburrida agua mansa sin haber probado nunca la adrenalina de la brava.

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Se lo escuché a mi abuelita, hace muchos años ya “cuídame del agua mansa que de la brava me cuido yo” y este hídrico refrán, que en su momento me sonó incluso  un tanto paranoico, hoy de pronto toma significado convincente con los años, como suele ocurrirle a todas las joyas que vienen de la voz de la experiencia y se estrellan con la muralla de la obstinada juventud.

Abuelos

Cada individuo está acostumbrado a desconfiar de los extraños pero abandona con los amigos, suele estar atento a los peligros de los lugares nuevos pero olvida los de los sitios familiares, toma con cuidado excesivo los medicamentos pero se bebe sin reparos los remedios naturales, le teme, y con sobrada razón a una decena de cervezas pero se bebe sin miedo la misma cantidad de tazas de café.

Y ahí estamos, sorprendidos ante las reacciones indeseables de quienes creíamos conocer, tropezando y cayendo (con maroma incluida) en la calle contigua a nuestras casas, tomando gotitas, como esas que me dieron para la circulación, que nos ponen la cabeza a volar como globos de helio y bebiendo con moderación para terminar, después de una estancia en un lugar con relleno infinito con una taquicardia y una ansiedad de los mil demonios por culpa de un exceso de cafeína.

Y es que bien recuerdo que mi abuelo, que tal vez no escuchó nunca atentamente las indicaciones de su esposa, le huía al refresco de cola como si fuera el demonio encarnado mientras se subía el azúcar con puras bebidas de frutitas, o todos tenemos aquel amigo que le abusa con alegría al dopaje de gimnasio por que los etiquetan como “suplemento alimenticio” o a aquel que le dijeron que muchos litros de agua eran la solución a todos sus problemas y que se  sintió varios días como globo relleno de agua con fuga, pesado y drenando todo el tiempo.

Tal vez en este mundo, donde el equilibrio es lo que cuenta, no existe una sola cosa relacional, comestible o de hábito que sea inofensiva si pensando que es buena para nosotros abusamos de ella.

Porque finalmente todos estamos acostumbrados a cuidarnos de lo malo, que incluso puede ser muy placentero y hasta benéfico, con medida como el resto de nuestras opciones, por el simple hecho de haber sido clasificado así al momento de medir que el tiempo que tarda en lastimarnos es menor que aquellas cosas que tomamos por inocuas o benéficas.

Me imagino yo que terminar aplastado por eso de lo que nunca nos cuidamos o que incluso promovimos debe sentirse muy similar a lo que vive un portero cuando le mete gol su propio equipo o como Capone encarcelado, después de todos sus delitos, por evasión de impuestos. No existe una fórmula mágica para el bienestar sólo queda saber tomar el pulso de nuestros cuerpos y nuestras situaciones, debe ser triste terminar ahogado en el aburrida agua mansa sin haber probado nunca la adrenalina de la brava.