El Laberinto

¿Milagros?

Compartir

El milagro (aunque para este punto ya cambiaría de nombre) sería anular las raíces de las amenazas y proveernos a todos de los medios para poder enfrentar con dignidad las vicisitudes de la vida, como que si cae un rayo nos salve el seguro social y no encomendarnos a ningún santo.

Compartir

Recientemente visité una sala de exvotos y además de quedar encantada con lo tierno de sus dibujos y lo inocente de las historias, algunas narradas de un modo francamente hilarante, me hizo reflexionar en torno a la naturaleza de los milagros o de aquello que percibimos como tal.

Considérese un milagro cuando se tienen todas las probabilidades en contra y toda lógica apunta a un desenlace poco favorable, como caer de doce metros de altura, ser encarcelado justa o injustamente, tener una terrible enfermedad o encontrarse en medio de una guerra, una vez envuelto sólo la intervención divina nos podría salvar.

Pero hay algo detrás, eso que en primera instancia nos colocó en esa situación desfavorable y que jamás es mencionado directamente en los párrafos a la Virgen de la Soledad o al Santo Niño de Atocha: si tenemos un trabajo peligroso, o carecemos de una justa defensa, de un sistema de salud o de paz a nuestro alrededor, es porque estamos en desventaja social, y entonces nos conformamos y hasta agradecemos la supervivencia, ya que la vida, la salud o la “libertad” (así entrecomillada porque la desventaja también la circunscribe) es lo único que se tiene.

Si su naturaleza, en la mayoría de los casos se trata de salir adelante sin armas decentes de las consecuencias de una serie de condiciones creadas por los humanos, los milagros ahí relatados no tienen mucho sentido para mí, no creo que deba estar contenta de que no me asalten en el camión, más bien debería estar preocupada porque existen las circunstancias que permiten que un asalto sea una posibilidad.

El milagro (aunque para este punto ya cambiaría de nombre) sería anular las raíces de las amenazas y proveernos a todos de los medios para poder enfrentar con dignidad las vicisitudes de la vida, como que si cae un rayo nos salve el seguro social y no encomendarnos a ningún santo.

Aun así, porque no todo es amargura, si creo en otro tipo de milagros, esos que consisten en encontrarse en el momento y lugar correcto para permitir que cosas benéficas y técnicamente imposibles nos sucedan como llegar casualmente a un karaoke y encontrarte con alguien que nunca habrías conocido de otro modo pero que transforma tu vida.

Creo que deberíamos actuar más para no llegar a ser sujetos de los primeros milagros y soltar un poco para saber disfrutar los segundos y, por si algo sale mal con alguno de los dos, saberle rezar al santito de confianza.