El Laberinto

Lecciones del acuario

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Descubrí que para mi madre, la dueña y custodia del acuario, cada uno era especial y tenía, dentro de sus parámetros su propia identidad.

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Fue una mañana caótica, de esas donde el entorno pone resistencia para la salida oportuna al trabajo y cuando creía tener un pie en la calle, tuve que regresar por que un pez del acuario, o mejor dicho su pequeño cuerpo hinchado, flotaba tristemente a merced de las burbujas del filtro. Más que para llevar a cabo un rito funerario de mascotas, mi regreso a pesar de ser muy tarde ya, se debió al temor de que afectara a los peces vivos o que acabase como bocado de gato, con consecuencias impredecibles.

He de confesar, que aunque lleva ya varios meses en casa,  la única participación activa que he tenido con el acuario ha sido lanzar de vez en cuando alimento, comprar una planta de plástico y sacar con la red el mini cadáver, este hecho por ser alguna alteración de la normalidad fue el que  llamó mi atención llevándome a leer artículos (aburridísimos) sobre el cuidado de los seres acuáticos. Y como siempre que observo cualquier cosa, desde un pantalón hasta un plato de papas fritas, terminé pensando en gente, para variar.

Consideraba a los peces, con el respeto que como seres vivos merecen, como criaturas simples y sustituibles además de que, salvo sus diferencias evidentes de tamaño, forma o color, me eran completamente iguales entre sí, hasta que descubrí que para mi madre, la dueña y custodia del acuario, cada uno era especial y tenía, dentro de sus parámetros su propia identidad. Lección número uno: tener las cosas frente a nosotros todo el tiempo no implica que las conozcamos y aún más grave, el desconocimiento de lo que rodea a los otros o de los otros en sí mismos obstaculiza la empatía.

Por otro lado, pensando en las causas posibles del deceso del pez, nos inclinamos por el estancamiento porque el agua tenía un olor bastante desagradable pero en realidad tuvo que ser realizado el procedimiento completo de cuidado y saneamiento porque no teníamos certeza. Lección número dos: que tengamos el suficiente conocimiento para poder llevar a cabo tareas cotidianas con relativo éxito, no representa para nada que tengamos la capacidad para analizarlo y orientar el esfuerzo o teorizar sobre ello. Como un extra podemos agregar que todo lo que se estanca apesta.

Por último está algo, que es muy obvio en una pecera por su pequeña escala, pero que suele escapársenos en ejemplos más grandes: todas las variables que intervienen en el ecosistema, la  luz, el filtro, el fondo, la planta falsa, la comida, el agua, los peces, nosotros humanos e incluso la gata que los observa desde el mueble contiguo, le afectan a todas las partes de diversas maneras. Lección número tres: vivimos todos juntos en un acuario y lo que le pase a los demás también es nuestro asunto. Tengamos esto presente cuando nos asalten las ganas de centrarnos en el individualismo o menospreciemos las amenazas exteriores. Es casi seguro que terminemos comiendo lo que nosotros mismos arrojamos al agua, procuremos que no sea excremento.