El Laberinto

Gracias señora taxista

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Lo esperanzador es que, a pesar de tanta descomposición, todavía existe gente con la capacidad de levantar la cabeza, de salir otra vez a la calle…

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La gente que me conoce de cerca, como para superar la idea de que soy una mitómana desenfrenada o un ser con una gran imaginación, coincide en que así como a las personas que les atribuyen mala suerte las sigue una nube negra que les hace llover encima, a mí me persigue una nube de colores que provoca sucesos realmente poco probables e inverosímiles. Incluso existe una libreta donde se acumulan enlistados (cuando me acuerdo de hacerlo) y aún esperan una idea sobre qué hacer con ellos.

Pues bien, después de este preámbulo, resulta que el día de hoy, mientras volvía de un centro comercial, abordé un taxi con una mujer conductora y la paráfrasis de la charla que sostuvimos, con los nombres cambiados para aumentar la sensación de irrealidad, es la siguiente:

  • ¿No está la “checadora” verdad? —. Me dijo mientras volteaba nerviosa a ambas direcciones.
  • Pues yo no la veo, pero justo me acaban de ganar el taxi de adelante.
  • Bueno, no hay problema ¿A dónde vamos?
  • Vamos detrás del metro Pelonchas.
  • ¿Querrás decir a “Las porquizas”?
  • Justo ahí, lo que pasa es que nunca uso el nombre de batalla porque luego los taxistas se intimidan, ya ve que tiene mala fama, pero ahora es más tranquilo.
  • Pues…—Me mira a través del retrovisor—. Ayer me asaltaron ahí, justo en el “Centro de hacer filas”
  • ¡No me diga! Justo ahí es a donde vamos ahorita, si no es que decide bajarme, claro está.
  • Vamos pues a revivir el trauma— Me responde riendo y arranca-. No tengo problema, es trabajo
  • A mí me asaltaron una cuadra atrás, hace poco menos de un mes—Le confieso avergonzada por haber mentido, tal vez un poco, para conseguir un taxi e irónicamente tratar de evitar otro asalto.
  • Y todo fue a las ocho y media de la mañana, antes solo me sentía con miedo de noche. Además eran unos chamaquitos.
  • ¡Qué le digo!— suspiro— a mí me pasó exactamente igual, gracias por subirme.
  • No le vaya a pasar algo más por mi culpa.

Para mis lectores que ahora se están preguntando ¿Qué es un checador? Es una persona que se dedica a la administración de pasajeros a pie de calle (dato irrelevante para la historia, pero qué más da).

Así transcurrió el viaje con la conductora, que mantenía una actitud alegre y jovial, sobre todo cuando le pregunté si estaba bien y me respondió que sí, después salieron las suposiciones sobre que seguro me había encontrado a mi ladrón o al suyo en la cola de las tortillas o tal vez comprando cigarritos en la tienda. Después me bajé sin pagar, pero les juro que fue sin querer y que volví a enmendarlo, riendo mucho.

Me llaman la atención, más allá de la coincidencia y de las buenas bromas que soltamos, las condiciones que compartimos por el solo hecho de ser mujeres que tienen que salir a trabajar solas y que son que no estamos seguras a ninguna hora del día, que cualquier sujeto se siente con el derecho, si ve la oportunidad, de agredirnos y que además habiendo gente en la calle nadie está dispuesto a verte, a meter las manos por ti.

Lo esperanzador de esto es que, a pesar de tanta descomposición, todavía existe gente con la capacidad de levantar la cabeza, de salir otra vez a la calle y como si eso no fuera suficiente, de preocuparse por los demás y arriesgarse por ellos. No todo está perdido, gracias señora taxista, no le pregunté su nombre.