Histomagia

Piedras de río

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De cómo es que el enojo de otros seres espirituales se hace manifiesto en la casa de una estudiante universitaria en Marfil.

Una de las ciudades que cuenta con una gran población estudiantil, es sin duda Guanajuato; su universidad es una de las más importantes del país y alberga un grueso de población flotante que en cada periodo vacacional la ciudad se ve solitaria porque los estudiantes regresan a su lugar de origen; sin embargo, a diferencia de hace una década, muchos de los estudiantes ahora son de aquí, guanajuatenses que aman su ciudad y su casa de estudios; es el caso de Jazmín, amiga y alumna mía, quien hoy me ha contado una de las experiencias más espeluznantes que ha experimentado. Ella vive en Marfil, población muy cercana a la ciudad: esta zona ya es considerada una colonia suburbana y se caracteriza por su pintoresco templo, calles empedradas y algunos callejones estrechos que conducen directamente a las lomas del cerro que poco a poco se van pintando de casas. Dicen que los terrenos en Marfil, al escarbar, se encuentran vestigios de caserones antiguos hechos de piedra de río, que dan cuenta de otros asentamientos y la verdad nadie de los que han construido ahí se ha dado a la tarea de investigar quién o quiénes han vivido antes que ellos en esos terrenos tan agrestes.

Me cuenta Jazmín que el martes pasado, cerca de la medianoche, se encontraba sola haciendo su tarea en la cocina de su casa, en la mesita cercana a la ventana que da al callejón. El lugar es pequeño por lo que las distancias entre los muebles y las paredes son en verdad breves. Ella describe que estaba con su Tablet leyendo, y a su mano derecha estaba su teléfono celular encima de una hoja de máquina. Estaba en su lectura, y aunque absorta en ella, su campo visual abarcaba ese celular y esa hoja. De pronto, vio cómo la hoja se deslizaba debajo del móvil, lentamente, hacia su lado derecho donde no había nadie, sólo el vacío; la hoja se movía como si fuera jalada por algo o alguien que deseaba manifestarse para que ella lo viera. Asustadísima Jazmín, comenzó a sentir que alguien estaba detrás de ella, y por las distancias, estaba bastante cerca de su espalda. Un frío le recorrió la columna vertebral, el tiempo parecía haberse detenido, el silencio se apoderó del lugar; ella sola en la cocina, dice que no quiso hacer caso, pero que un instante se sobresaltó al alcanzar a escuchar una respiración afanosa, y sentir un vaho cerca de su rostro en su oreja derecha, era una especie de jadeo como si fuera alguien que está llegando de correr, eso sí ella sentía que ese algo era un hombre, por el tono que emitía ese ser.

Aterrorizada, se levanta rápidamente de la silla, y se aventura a ir por el pasillo hacia su recámara, pasillo que en un momento se le hace larguísimo. Al principio va con prisa, pero al sentir que la seguían se echa a correr hacia la recámara de su mamá, y aterrada comienza a llamarla a gritos desesperados. Su mami al verla entrar piensa que algún ladrón se había metido a la casa. Ella, llorando le dice que no y le platica lo que le acaba de suceder, su mamá le dice que de seguro se lo imaginó. Jazmín deshecha le cuenta cómo es que a veces, cuando está dormida, algo la despierta  y siente a ese ser cerca, que le susurra al oído “vete de aquí, vete de aquí”… ¡no pudo imaginárselo! y menos ahora que estaba concentrada haciendo su tarea. Su mamá la abraza y la consuela. Esa noche Jazmín duerme con ella.

Hasta el día de hoy, Jazmín piensa que es como una mala suerte tener a este ser que la persigue. No sabe si el que ese espíritu esté en su casa se deba a que en el pasado, al construir la casa, se removieron muchas de las piedras de río de la vieja construcción que está en los cimientos. Ella piensa que es un espíritu enojado de los antiguos habitantes de la zona. Ella sólo sabe que el terror no se ha terminado todavía, pues las visitas nocturnas siguen. ¿Quieres venir a Marfil y conocer su casa? Ven, lee y anda Guanajuato.