El Laberinto

Cuestión de tiempo

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Suena como una queja sin sentido para alguien que se fuma más de diez cigarros al día, para alguien que nació y creció en una ciudad rodeada de cerros que encierran el smog, que rara vez podía ver muchas estrellas en el cielo, para quien la palabra IMECA, las clases de deportes suspendidas y la lluvia ácida (que siempre imaginé que me iba a quemar la ropa puesta) han sido una constante en su existencia, pero estos días de contingencia ambiental la he pasado tan mal que ya el ardor de ojos y las náuseas se están volviendo algo normal. Cómo buen ser humano inconsciente de esos de se cae el niño y tapo el pozo, me dio por reflexionar  sobre la cuestión del medio ambiente y llegué a una conclusión un tanto extraña: de muchas formas  todo es cuestión de tiempo.

Cuestión de tiempo es que si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora, es decir consumiendo, transportándonos, tirando basura en lugares inapropiados y moviendo las fabrica sin parar, lo normal va a ser que nunca salgamos de la contingencia, que como siempre, tiende a romper la cadena por el eslabón más débil, sobre la gente de a pie que no es ni por poco la causante de todos los problemas, tal vez se hagan modas de cubre bocas, tal vez los ambientalistas quieran golpear a los fumadores afuera de los bares y los vecinos lleguen a terminar a cubetazos con las carnes asadas.

Y eso no va a solucionar nada porque la raíz del problema también es cuestión de tiempo.

Aquí mis lectores zurdos estarán pensando que en realidad la enfermedad que tiene a la tierra nadando en desperdicios se llama capitalismo y les juro que tienen toda la razón del mundo, pero el revulsivo que hace rendir más al trabajo público, la apropiación privada y  la plusvalía es justamente que a todo ello le meten una velocidad tan vertiginosa que nos hace consumir ¿Cómo es esto? Me explico.

Tener que transportarnos de un lado a otro de la ciudad para poder trabajar, es resultado de la gentrificación, que es el proceso de lanzar a las personas menos favorecidas a las orillas de la ciudad y que se contamine tanto en estos trayectos es cuestión de tiempo, de las horas que pasamos en el tráfico, del control que ejercen sobre nosotros obligándonos a ir a la oficina al mismo tiempo que millones de personas a realizar un trabajo que bien podríamos hacer en nuestras casas. Y siento decirlo pero cuando estás a dos horas de tu centro de trabajo o gordo y enfermo por consumir chatarra, que es para lo único que te da tiempo de comer, la bici no es ni de lejos una opción.

Querer todo de forma instantánea es una idea que se nos vende de comodidad, pero también es el resultado del poco tiempo que nos queda después de transportarnos tres horas y trabajar 9 ¿Quién quiere lavar pañales de tela y trates en las tres horas despierto que le quedan para sí mismo? ¿Quién que carga una mochila durante todo el día quiere meter un contenedor en ella para que no le den charola de unicel? Todo lo desechable, lo de un solo uso, eso que atasca nuestros mares y tapa nuestras coladeras se supone que se hizo para ahorrarnos tiempo y esfuerzo. Porque nuestro tiempo y esfuerzo ya está vendido.

Y hay otra cuestión de tiempo que tiene que ver con lo efímero que es eso que nos cuesta tanto comprar con el dinero que nos ganamos vendiendo nuestro tiempo y que hace que se tengan ventas aseguradas siempre, la ropa se rompe y si no es así pasa de moda, la tecnología llega a la obsolescencia programada antes de que aprendamos siquiera a manejarla bien, los muebles son bolas de cartón y aserrín que se destruyen sin esfuerzo.

Compramos por necesidad real o inducida y por vacío, no tenemos tiempo de realizarnos, de buscar alternativas de consumo que hagan  menos destrozos en un ciclo miserable que desgraciadamente no se rompe dejando de usar popote sino pidiendo que se ponga un límite a quienes nos controlan como fuerza de trabajo que son los mismos que nos estafan como consumidores.