Histomagia

Muertos

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A veces, cuando viajamos en auto, hacemos caso omiso de las miles de almas que permanecen ahí, en las carretas o caminos pedregosos porque no han podido trascender…

Las historias de los caminos por los que andan los Guanajuatenses, siempre han sido apasionantes por los misterios que esconden esos senderos que han sido recorridos por miles de personas a través de los tiempos. A veces, cuando viajamos en auto, hacemos caso omiso de las miles de almas que permanecen ahí, en las carretas o caminos pedregosos porque no han podido trascender o porque realmente no se han dado cuenta de la cadena infinita de hechos que los han mantenido ahí, esa cadena sempiterna que los hace volver una y otra vez al lugar de su desgracia.

Mi amigo Juan, me cuenta que una de esas tantas veces que se ha viajado por estos caminos de Guanajuato, se ha topado con muchas de las almas convertidas en espectros, que a veces brotan de la cinta asfáltica, o que salen corriendo desde los campos para cruzar la carretera precisamente en el momento en que pasas con tu auto por ese lugar, también me ha dicho que las posibilidades de que sucedan estas experiencias son muy altas debido a la intemporalidad que viven los muertos. No hay tiempo ni espacio como nosotros lo vemos. Sólo son. Existen en la diversidad del continuum acaecer.

Así que una de estas tantas veces en que Juan tuvo que pasar por los caminos para llegar a la Capital del estado, sucedió lo que nunca pudo imaginar. Sí, en verdad él pensaba que el que una vez se le haya subido un espíritu en el carro como en una especie de raid para “bajarse” en donde estaba una tumba a la orilla de la carretera o el haber visto a la mujer de blanco caminar por la vera del camino, eran suficientes como experiencias paranormales. Pues no. No era lo más aterrador que en verdad le pudiera haber pasado.

Me cuenta Juan que esa vez, venía en compañía de su esposa, ya para Guanajuato después de una estancia de trabajo agotador en Zacatecas. Dice que como siempre, su esposa de copiloto estaba narrando historias familiares, de esas que no te dejan dormir, no por lo apasionante sino por lo aburridas que pueden ser, y como ya era muy noche, pues ella le ponía realmente mucha pasión para evitar que mi amigo se durmiera y tuvieran un destino fatal. En eso estaban, cuando viendo el camino que en verdad presentaba una oscuridad tan cerrada, tan negra, que no te permitía ver más allá del capó del carro, por segundos, ambos se sintieron como suspendidos en el tiempo, pues sólo escuchaban el andar del motor y sólo atinaban a ver lo poco que aluzaban los faros del auto. Sin querer, en un abrir y cerrar de ojos, vieron cómo aparecía ante ellos un camino nuevo, luminoso, que invitaba con una seguridad plena a recorrerlo, ambos quedaron fascinados por un instante, como decididos a aventurarse a seguirlo, pero no, Juan, como ser de luz, que sabe de estas malas artes que los seres de bajo astral ponen para poder obtener el alma de los mortales, volteó a ver su esposa que miraba extasiada ese camino de luz, y le dijo que no creyera lo que sus ojos veían, que recordara cómo estaba hace unos momentos ese camino. Ella recapacita y ambos, en ese momento, se miran a los ojos y en sus rostros ven cómo cesa de repente ese resplandor, voltean al camino y vuelven a ver el oscuro camino, el camino real de Guanajuato, y pueden ver el caserío allá a lo lejos, esperándolos, como siempre.

A la fecha Juan no atina bien a bien a explicar el cómo pudieron esos seres abducir una alucinación de tal magnitud, porque es un hecho que ambos lo vieron. Lo que mi amigo ahora hace, es no viajar de madrugada, porque el perderse en el abismo de los tiempos, eso sí da miedo, sería la inexistencia, lo ahistórico, la nada. No te cuento más, ven, lee y anda Guanajuato.