Todología con Maiself

Vender el alma

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  • El título de este artículo ¿se le ocurrió de repente o algo le dio pie para fraguarlo?
  • Ambas cosas
  • A ver, a ver, ¿cómo está eso?
  • Sí, se me ocurrió porque flota en el ambiente de nuestro tiempo, en su zeitgeist, una nube de sospechas sobre la deshonestidad encubierta de casi cualquier funcionario público…
  • Entonces, ¿quienes venden su alma al diablo son sólo los burócratas?
  • Nop, pero como son los casos más sonados y frecuentes, se convierten en parangones de ese lance de cambiar capital moral por capital material, torciendo el desempeño pulcro de sus funciones para rendirlo a los planes de quienes les compran sus cada vez más devaluadas almitas, para que ellos realicen o amparen el trabajo sucio
  • Esa explosión demográfica de vendedores de almas pareciera ser una epidemia provocada por un virus fáustico neoliberal
  • Así es, con el agravante de que, lo que fue, y sigue siendo, un tema literario, se ha convertido, como bien dice, en una maldición carente del romanticismo y la hondura lírica de tantas creaciones dramatúrgicas inspiradas en la vida leyendizada y poetizada de Johann Georg Faust (1480-1540)
  • Sin embargo, existen otros casos menos estridentes pero igualmente reiterados de venta de almas, y que tienen como sustancia común el intercambio de algo valioso, personal, como los principios, las convicciones y la dignidad, por algo material pretendidamente más valioso
  • ¿Podría ejemplificar esos casos de ventas minúsculas de almas promedio?
  • Desde luego: pensemos en el llamado braguetazo, que ocurre cuando un joven abandona a su querida novia para casarse con otra más rica, que es la misma situación, aunque no con esa denominación viril, de cuando una joven hace lo mismo. Tanto él como ella sacrifican los afectos propios y del otro en aras del confort económico
  • ¿Algún otro ejemplo que redondee la idea?
  • Hay otros casos igualmente habituales y odiosos, como es el caso de la traición a los pares en el trabajo para ponerse de tapete y de servidor incondicional con el jefe, lance lambiscón que evapora toda dignidad de quien, aún con el descargo de las presiones económicas y la inseguridad laboral, no deja de pagar el costo de tal decisión con el menoscabamiento de su amor propio
  • ¡Híjole, pareciera que, como están las cosas, no hay para donde hacerse…!
  • Siempre hay una posibilidad, aunque sea íntima, de mantener algo de dignidad, y no venderse del todo…
  • ¿Eso significa que es posible vacunarse contra la venta total de la propia alma?
  • Sí, ya que cuando uno tiene más firmes sus principios y convicciones, podrá desdeñar algunas tentaciones, que serán triunfos morales, pero también creo, con Maslow, que dependiendo de la gravedad de la penuria económica, será más difícil defender el honor: ya lo dice la filosofía: a mayor necesidad, menor libertad, y a menor libertad, menor responsabilidad.