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La mitad siniestra

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La soledad al cuidar al hijo de Francisco e Ivonne, su ex esposa, le hacían tan presa de sí misma como las paredes del diminuto departamento que en un acto de amor, decía, él había acondicionado para ella. Su insistencia y dualidad en cada « Te amo », mientras la alienaba de la sociedad, le entristecían, le abandonaban, le traicionaban.

Distraída, cambiaba los canales de televisión. El joven la veía desde el otro extremo de la habitación. Encontró el Canal E! y extrañó el programa «Mi mitad más hot». Deseaba que su relación fuera como un reality show, pero el acoso y miedo que sentía, siempre, no la dejaba reaccionar: «Quizá él
reacciona así por mí. Se ha sacrificado tanto…»

«¿Me das de cenar?» —La voz del adolescente le hizo regresar a su realidad.
«Sí», le contestó. «Y luego si quieres, te vas a dormir. Yo espero a tu papi.»

Las horas fueron pasando. Durmió soñando con Lia Ferre y su vida de lujos y aventuras. Ya Francisco le había traído de Puebla, prometiéndole tratarla como reina, llevarla a todos esos lugares turísticos, conocidos durante sus estudios y compartidos por su cuenta de Instagram. Ella veía en él la figura de su padre, aquél que había perdido también, luego de la orfandad con su madre.

En algún momento se despertó. Pensó en llamar a su hermana, pero recordó cómo se preocupaba últimamente, luego de la pelea de hace un mes, donde en su desesperación, ante la mirada mórbida y estúpida de los vecinos, había intentado lanzarse desde la azotea del edificio de departamentos.

«Es tarde. Mejor le hablo mañana», pensó.

El sonido de la cerradura le despertó. Era Francisco, ahogado en alcohol: sabía que otra discusión iba a iniciar. Ella, cansada de tanto. Él, ansioso y embrutecido. Los vecinos, morbosos, susurraban entre ellos mientras escuchaban los gritos de auxilio. El guardia del edificio en la planta baja, fumaba pasivamente. Y de ella, de repente, emanó ese grito que sería el último.

Así, a menos de tres kilómetros de la fiscalía de delitos sexuales de la Colonia Vallejo, en la Ciudad de México, y a menos de seis del juzgado 28 de lo familiar, donde una Edith había interpuesto, un año antes, una denuncia por violencia en contra de Francisco, otra Ingrid moría.

Embriagado por el odio y la rabia, con el olor a sangre impregnando el departamento, Francisco llamó a Ivonne. Todavía le dio tiempo de cerrar su cuenta de Facebook.

Su hijo no supo exactamente qué pasó. Ensangrentado, bajó las escaleras y habló con su mamá: solo minutos transcurrieron cuando Ivonne, esa Ivonne que tuvo que presenciar lo mejor y lo peor de Francisco en su matrimonio, llamara a la policía.

Las señales siempre estuvieron allí: los actos de alienación que enmascaraban los celos tras un falso amor, la violencia verbal y luego física, la necesidad de poseerle seguida del regalo y el desencanto. El «quién es tu amigo de Facebook», el «así me conociste» y el «cámbiate de ropa». Ella nunca se dio cuenta que no era protección, sino psicópata posesión.

Su último grito retumbó por semanas: en las fotos filtradas, en las marchas al ritmo de Lastesis. En las pintas frente al Palacio Nacional. Y en el silencio insolente.

Aléjate y denuncia la violencia de género. Por Ingrid, por todas y todos.

En Twitter, Hashtag: #IngridEscamilla

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Geolocalización por Google Earth

Con información de Poder Judicial Virtual.com