Los orígenes de la presa de la Olla y su paseo

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José Eduardo Vidaurri Aréchiga

Cronista municipal de Guanajuato

Compuerta Presa de la Olla J.E.V.A.

El mes de junio de este 2020 está por comenzar y, desde el confinamiento, es inevitable pensar en que de nueva cuenta los guanajuatenses tendremos que esperar para disfrutar de otra más de nuestras añejas tradiciones, las fiestas de San Juan y Presa de la Olla.

Grabado de la presa de la Olla hacia 1850. Propiedad de la familia Dorado-Moran.
Fotografía: J.E.V.A.

Por tal razón me parece oportuno compartir, sin entrar aún de lleno a la temática de las fiestas, algunas referencias históricas sobre el origen de la conformación del siempre bello Paseo de la Presa, recordando a uno de sus más apasionados estudiosos el doctor Alfonso Alcocer que fue también cronista de Guanajuato.

Corría el año de 1737 cuando el Alcalde Mayor y teniente de Capitán General de Guanajuato don Gaspar Hurtado de Mendoza en decisión conjunta y unánime con el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Villa de Guanajuato decidieron comenzar los trámites para solicitar al rey de España Felipe V “el animoso”, la elevación de la Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato al rango de ciudad.

Entre las motivaciones de la petición figuraban el notable aumento del vecindario, la dinámica y gran actividad comercial que ya existía y su gran capacidad industrial representada por las muchas minas y haciendas de beneficio que lo conformaban y que, naturalmente, contribuían de forma muy notable al enriquecimiento de las arcas reales.

Es importante mencionar que justo en ese periodo se seguían descubriendo minas en la sierra y en las proximidades de lo que en su conjunto se conocía -jurisdiccionalmente- como las minas de Guanajuato.

Mapa de Guanajuato en el siglo XVIII. Fotografía: J.E.V.A.

Al efecto el ayuntamiento comisionó a José Ferrón un personaje que había sido Alcalde Mayor de Guanajuato para que personalmente hiciera el viaje hasta los reinos de Castilla y se encargara de hacer la petición y los trámites.

El alcalde Gaspar Hurtado de Mendoza y las demás autoridades de la Villa sabían que tal aspiración debería ir acompañada de acciones, principalmente de obra pública que mostrara que también se trabajaba arduamente por resolver y atender las principales necesidades del crecido vecindario de Guanajuato.

La falta de agua era, desde los orígenes de la población, uno de esos terribles problemas que deberían solucionarse para poder aspirar al rango de ciudad, ante tal situación se comenzó a buscar un espacio donde se pudiera construir un dique que apresara el agua de lluvia, se exploró en las cercanías de la mancha urbana que para entonces pudo, quizá, haber llegado remotamente hasta la zona donde se localiza el panteón de San Sebastián.

Imagen ilustrativa de una vista parcial del río Guanajuato en el siglo XIX. Fotografía: J.E.V.A.

Pronto se encontró en las faldas y vertientes de los cerros que llamaban de “Marisánchez” un predio al que se le conocía popularmente como el rancho de “La Hoya Grande” mismo que tal vez serviría para tal propósito.

Sabemos que el primer dueño de ese predio llamado hoya en referencia a la concavidad natural que tienen determinados terrenos, fue el sacerdote Nicolás Ruiz Rosas quién lo había denunciado ante la autoridad en el año de 1677. En el sitio tenía una recua de mulas, otros animales y algunas personas que trabajaban para él. Un año después, en 1678, el padre Nicolás le vendió, en 50 pesos, el rancho de la Hoya Grande a un comerciante de nombre Francisco Octavio.

Para 1699 apareció un tercer dueño, Antonio Flores que testó en favor de su nieta Ana Aguilar el rancho. Y para 1703 figuró en la relación de bienes intestados del Bachiller Francisco Jerez un predio en el paraje que llaman “La Hoya Grande”. Un dueño más fue, en 1705, Baltazar Reyes que adquirió en remate al pregón, en 25 pesos el terreno.

Luego, sabemos que, en 1741, casi al punto de obtener el tan deseado título de ciudad, el Ayuntamiento comisionó al regidor Alfonso García Malahebar y al alarife o maestro de obras Antonio Gordiano, para que hicieran un peritaje de reconocimiento del terreno del rancho de la Olla y dictaminaran si era en realidad factible construir una presa ahí.

El resultado del peritaje fue el siguiente:

  • Es factible construir una presa cuya caja puede recibir una cuantiosa cantidad de agua pluvial limpia anualmente.
  • Es posible hacer presa y contrapresa, relativamente rápido.

El 4 de agosto se entregó el informe en el que se resaltaba la utilidad de la obra en beneficio de la población, el acuerdo fue entonces solicitar permiso al virrey Pedro Castro y Figueroa para iniciar la construcción.

Retrato del virrey Pedro Castro Figueroa que autorizó la construcción de la presa de la Olla. Fotografía: J.E.V.A.

La obra comenzó a realizarse en el año de 1741 y se prolongó hasta el de 1749 cuando fue concluida, sin embargo la obra resultó insuficiente para abastecer y dar servicio a toda la población, fundamentalmente por su entonces lejana ubicación que imponía diseñar complementariamente un sistema eficiente de acarreo del vital líquido.

Sobre la construcción de la Presa de La Olla podemos abundar que, al menos la mitad de los gastos corrieron por cuenta de Don Vicente de Sardaneta y Legaspi, dueño en mayoría de la mina de San Juan de Rayas. El marqués de Rayas se distinguió siempre por su generosidad para con la ciudad y sus habitantes. El restante 50% del costo total de la obra lo puso el Ayuntamiento de Guanajuato.

La Presa de La Olla comenzó a operar incluso antes de ser concluida, pues esta se llenó por primera ocasión en el año de 1747.

Dibujo de la presa de los Santos en Marfil. Imagen para ilustrar la idea de las columnas que soportan santos. Fotografía: J.E.V.A.

Se sabe por una referencia consignada por Lucio Marmolejo en sus efemérides, que en 1749 el calicanto tenía una altura de unas tres o cuatro varas menos que en la actualidad y que en toda su longitud existían, distribuidas, cinco medias columnas que soportaban otras tantas estatuas de cantería, probablemente de santos. (A la manera de las columnas que se localizan aún en la presa de los Santos en Marfil).

Muy pronto el paraje y el entorno donde se localiza la presa de La Olla se convirtieron en uno de los lugares favoritos de paseo y de esparcimiento de la ciudad. A finales del siglo XVIII, para el año de 1795, el intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena comenzó la construcción de un camino digno por el que pudieran transitar coches tirados por bestias de tiro y carga, el camino se convirtió en un verdadero paseo que conducía a los ranchos llamados  “Los Garridos” y “de La Olla”.

Placa alusiva al inicio de la construcción del paseo de la presa por parte del Intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena. Fotografía: J.E.V.A.

La Calzada construida por el intendente unía a la ciudad desde la Hacienda de San Agustín o el “Arrabal de San Sebastián” con la presa de la Olla. Fue durante muchos años el único paseo con que contaba la ciudad. Luego en el siglo XIX comenzaron a construirse lujosas casas de campo en la zona, un tema que abordaremos en otra ocasión.

Dejemos hasta aquí, por ahora, bucólica estampa del Guanajuato colonial. Recuerden apoyar las acciones del gobierno y del dif municipal visiten www.fuerzacapital.com y seamos solidarios todos con todos.

POR FAVOR, DE SER POSIBLE,  QUÉDENSE EN CASA

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