El Laberinto

Una mariposa en tu cabeza

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Hemos oído de mariposas en el estómago, que son provocadas por los neurotransmisores que genera nuestro cerebro ante el gusto por alguno persona o cuando necesitamos huir en una situación de peligro, lo cual nos puede dejar pesando un poco en que tanto se parecen entre sí en el exterior de nuestros cuerpos. Generan adrenalina y proceden de manera inmediata, lo cual les confiere mucho valor en un mundo que, en condiciones normales, gusta de la velocidad y la acción.

Estamos acostumbrados a escuchar “lucha por tus sueños” “el que la sigue la consigue” o en perseverar nos acerca a aquello que deseamos y es tal vez por ello que tenemos tan poquita tolerancia a la frustración cuando buscamos por todos los medios que algo suceda y nada más no llega.

Es posible que en cuestiones que solo dependen de uno mismo y teniendo las condiciones mínimas adecuadas, como que si queremos ser bailarines al menos tengamos ritmo, estas premisas sean correctas y yo no incitaría a nadie a conseguir sus metas desde la comodidad de su sofá, esperando que las oportunidades se presenten a golpear en su entrada. Pero no todo en la vida funciona así.

Imaginemos que estamos en un campo abierto, verde y lleno de flores en donde abundan las mariposas y que nosotros, en el afán de tocarlas, las asustamos con tan solo movernos y hacemos que se alejen cada vez más. Para poder tener una mariposa acomodada sobre la cabeza se necesita quedarse muy quieto y esperar hasta que ella voluntariamente se pose o que caprichosamente, mientras estamos tomando un café tranquilos  y sin siquiera pensar en los lepidópteros, una nos elija como su santuario temporal por sorpresa.

Los sueños, tristemente las pesadillas no, son un excelente ejemplo de mariposas, durante esta semana he estado soñando tramas para escribir pero despertar tan rápido al mundo, revisar el celular o pararme por agua hacen que olvide lo que estaba soñando, la única manera de atrapar un sueño es quedarse quieto un rato en la cama, disfrutando de la modorra y lo calientito de las mantas.

También los procesos naturales necesitan de esa quietud para poder seguir su curso, aunque al principio se requiera de nuestra actividad si queremos inducirlos una vez que terminamos el trabajo no queda más que esperar, no importa si se trata de una planta que debe crecer o de la cura a alguna enfermedad.

 Igual en lo que concierne a lo que otras personas puedan sentir por nosotros como amor, gratitud o confianza, solo queda abonar y dejar que suceda, muchas de las cosas que hacen que existir valga la pena llegan justo cuando dejamos de perseguirlas y nos quedamos quietos. Podemos aprovechar este encierro para avanzar en ello.