El Laberinto

En repetición

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Hay estudios que afirman que los niños  necesitan  ver cientos de veces sus películas favoritas para poder descubrir nuevos detalles y aprenderse la trama y los diálogos, pues esto les brinda seguridad al saber que va a pasar  y ayuda a su desarrollo, tal vez por ello las televisoras también repiten una y otra vez los mismos capítulos de las caricaturas (puede que sea una cuestión pedagógica y uno aquí criticándolos) lo cierto es que aún recuerdo a mi madre diciendo disgustada cambia el  canal,  ese episodio lo han visto tantas veces que hasta yo, que no le pongo atención, ya me lo aprendí.

No necesitamos estudios si alguna vez hemos convivido con alguna criatura traviesa, pero lo que sí considero necesario acotar es que, si bien en los niños es más evidente, los adultos también lo hacemos aunque sea de un modo vergonzante; en mi caso, siempre confieso, con algo de orgullo, que he memorizado la mayoría de los chistes de una serie estadounidense de personajes amarillos y que después de muchos años sigo repitiendo las temporadas sin aburrirme, algo así como los fanáticos de la telenovela de la asistente poco agraciada, que la tienen en los primeros lugares de streaming a pesar de la abundancia de novedades.

Pero este comportamiento que, como vemos no tiene límites de edad, tampoco se encierra en el  ámbito del entretenimiento y si lo pensamos repetimos los lugares, a las personas, las rutas para llegar a algún sitio o las canciones que escuchamos e incluso patrones menos inocuos como las malas relaciones y las pésimas decisiones.

Alguna vez me platicaron la historia de un señor que canceló sus planes de  visitar China en sus tiempos por que no había hamburguesas de cadena comercial  y la comida no le inspiraba confianza, aunque en su momento me reí, el domingo me descubrí prefiriendo también una hamburguesa ante montones de exóticas opciones; y luego los críticos a los seguidores de estilos de vida vegetarianos se quejan de que los platillos traten de emular a los productos animales, cuando las recetas que conocen o disfrutan contienen dichos ingredientes.

Si bien la repetición a muy corto plazo, como en disco rayado o audio de compra de fierro viejo es exasperante, parece que a tiempos de mayor longitud es un excelente remedio para la incertidumbre y su invitada sorpresa la ansiedad.

¿Cómo encontrar aquellos patrones que nos dañan para romperlos? o ¿cómo poner en pausa aquellas costumbres que no nos hacen daño pero que nos impiden ver una serie nueva o conocer China? Creo que la respuesta está en la retroalimentación, es decir, conocer de boca de otras personas con las que compartimos algo, su experiencia con cosas que para nosotros son desconocidas, como cuando le robas un bocado al plato de tu acompañante para ver a qué sabe.