El Laberinto

Impulso

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Lo veo en las noticias, en los perfiles de mis conocidos y en las charlas personales, después de cinco meses el ánimo empieza a decaer de forma alarmante y aquel frenesí del tiempo libre, de pasteles, transmisiones en línea y videoreuniones, que tal vez era la dulce forma que teníamos de enmascarar el miedo y la incertidumbre, de pronto se abre paso para mostrarnos la nada en su alarmante crudeza.

La pandemia es una situación nueva, por lo menos para esta generación y con las condiciones actuales de información, pero lo cierto es que todo lo que ella acarrea o pone al descubierto no es para nada nuevo, es nuestra humanidad, es nuestra colectividad, solo que a una escala mayor, pues por esta ocasión y aunque nos haya tomado mejor o peor parados, a todos nos esta pasando lo mismo.

En este caso quisiera hablar del impulso, que es muy curioso pues es bastante probable equivocarnos al prever cuando no conocemos las circunstancias o los plazos y aunque nuestro mayor temor siempre sea quedarnos cortos, existen otras posibilidades que tampoco son nada gratas, para explorarlas usaremos una pedestre metáfora, un viaje en carretera.

En el primer caso, deseamos que el viaje sea largo, alquilamos un auto de buen ver, compramos bastantes provisiones e invitamos a nuestra familia a bordo y entonces, cuando llevas unos escasos quince kilómetros el auto deja de responder, comienza a tirar humo y tenemos que abandonarlo en seguida por seguridad, si bien estamos cerca de nuestro punto de partida ahora tenemos una carga extra de material comprado en vano, expectativas rotas y un largo camino que seguir con el problema de encontrar un nuevo medio. A veces el diagnóstico es correcto, pero le apostamos al caballo equivocado.

Puede suceder también que tengamos el mejor vehículo, suficientes provisiones y grata compañía pero que resulte que el viaje no era tan largo como esperamos y ahora debemos volver un tanto insatisfechos por la duración, cargando lo que no se ocupó de regreso y que probablemente se desperdicie y no lo suficientemente listos para volver a la normalidad. El exceso de impulso también es un problema y si se tratara de brincar un simple charco acabaríamos con los dientes regados por la banqueta.

El último escenario, que incluye un auto que funciona, todo lo que pudimos conseguir de vituallas y compañía, pero que termina con el auto abandonado por falta de combustible y todos buscando en el camino que comer y es tal vez el peor, pues  involucra la desilusión de los primeros pero le suma al carrito de la miseria la escasez y la desesperación. Es como una carretera que se prolonga al infinito pintando el punto de llegada como un espejismo inalcanzable.

Nos toca identificarnos con alguno, ya sea en la contingencia, en nuestras relaciones interpersonales o laborales o incluso en nuestro intimo crecimiento y pensar si tomar caminos es la única manera de pasar momentos o lograr cosas. quizá nos estemos olvidando de los campamentos, el autostop, el mar o el simple fluir. Un día a la vez puede ser la opción, puede ser.