Histomagia

El pasaje

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Los callejones en Guanajuato cuentan historias increíbles que giran en torno a su pasado, aunado a sus nombres, tienen su propia leyenda; por ejemplo: el callejón del Beso, el de La Condesa, el del Tecolote, el del Infierno, etc.; sin embargo, hay callejones que no tienen nombre, que han pasado su historia anónima, pero que quieren tener su propia leyenda, y hoy se cumplirá su deseo.

Me cuenta mi alumno, Morelos, que él vive cerca de Dos Ríos, en una privada que antes era un callejón por donde pasaban todo tipo de personas, pero que de repente, él recuerda, la familia cerró el callejón y ahora pasa por en medio de su casa, de su propiedad. Lo curioso es que al parecer el callejón aún tiene recuerdos de sus transeúntes, y de las construcciones que antes estaban ahí. Morelos me dice que, aunque suene raro esto es verdad. Yo no lo creía, pero al narrar su sentir con los sucesos que ha vivido, me queda claro que las energías perviven aún después de décadas, pese al paso del tiempo.

Desde que él tiene conciencia, me dice, siempre se ha escuchado cómo es que personas transitan en medio de su casa, aullidos de perros, y en el techo que corta el callejón, se escucha cómo es que una lámina es golpeada por algo, como por piedras, como anunciando un derrumbe. Siempre ha vivido con esto, lo sorprendente e inesperado le pasó hace algunas semanas. Morelos me dice que esa noche estaba en su casa, solo porque sus familiares habían salido a un evento en el centro de la ciudad, así que decidió estar en la sala viendo la televisión. Todo estaba bien, había preparado papitas, refresco, hasta una cobija por aquello del frío en las madrugadas. Estaba viendo una película, cuando de repente escuchó que la ventana cercana a lo que era el callejón se abría, él voltea y ve cómo el viento sacude las cortinas, se levanta a cerrarla, amarra las cortinas, cierra, y se vuelve para irse a su sillón; ahí es cuando ve cómo uno de los escalones del callejón interior se mueve. Morelos se queda de pie observando con curiosidad el fenómeno, el cuadro de cantera se sacude ahora con más fuerza, el polvo sale violentamente como si se tratara de un volcán, la piedra sale volando y le pasa cerca de la rodilla. Morelos se aterra, no sabe qué hacer. Es entonces que ve cómo del agujero salen unas manitas pequeñas, al principio sólo ve dos, pero poco a poco salen a tropel cinco pares de manos más como si lucharan por salir primero de su prisión. Casi en shock él escucha murmullos de vocecitas de niñitos que hablan entre sí, se asusta aún más, retrocede y es cuando esas voces se tornan más graves, más roncas, como si fueran de adulto, las manitas ya no son manitas, se transforman en garras. Temblando de miedo Morelos solo atina a recoger la piedra y ponerla en su lugar otra vez, no era posible que esos seres demoníacos quisieran salir para quedarse ahí, con él, en su casa, no era posible, así que con todas sus fuerzas levantó la piedra y la arrojó sobre esas horrorosas garras que pretendían alcanzarlo. Sin dudarlo se sube arriba de la piedra, las garras se convierten nuevamente en manitas y se escuchan las vocecitas otra vez, aun así amenazan con voltearlo, con tirarlo, Morelos comienza a rezar, sabe que esos seres no son niños, no son de bien, y no se puede permitir poner en riesgo a su familia. Ahí es cuando todo se torna más siniestro: esas vocecitas le hablan por su nombre: “Morelos, déjanos salir, siempre nos ves pasar por el callejón, te acompañamos, ahora sabes que nunca estarás solo, nunca más”, ante esto él brinca desesperadamente arriba de la cantera, no desea de ninguna manera liberar a esas criaturas. De a poco esos seres se calman, y la piedra vuelve a su lugar, mágicamente queda pegada como si nunca hubiera sucedido nada. Morelos se baja, corre a su sillón, prende la TV y le sube todo el volumen. Piensa entonces la increíble verdad: se da cuenta que no es la primera vez que esas cosas entran a su casa, pues el silencio les es propicio para venir a este lado, los hace aparecer, Morelos muere de miedo al pensar que el silencio, la quietud de la noche y el que el callejón no tiene nombre, hace que desde el anonimato estos seres transiten libremente. Angustiado por tal situación, decide no decirle nada a su familia, que se queden con la idea de que solo pasan fantasmas por el callejón interior.

Desde entonces Morelos procura no quedarse solo en su casa, sí ve pasar los fantasmas, y escucha las piedras en la lámina, pero sabe que el callejón tiene algo maldito y diabólico en su interior, y esperan el silencio para volver a cruzar. Él sabe que como el callejón no tiene nombre pasa desapercibido para los habitantes de la ciudad, por lo que estos seres lo toman como un acceso libre a este plano energético, pues nadie lo ha nombrado para conjurar y cerrarla para siempre. ¿Puedes ayudar a ponerle nombre a ese callejón? Ven, lee y anda Guanajuato.