El Laberinto

Bermeja o las falsas creencias

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Apareció en los mapas durante tres siglos, se supone que le pertenecía  al territorio mexicano y que estaba a más de 100 kilómetros de la península de Yucatán y aunque algunas veces se cuestionó su existencia, no existían los medios técnicos para buscarla y tampoco es que tuviésemos especial interés en ella tomando en cuenta que en esos siglos estábamos muy ocupados siendo  conquistados independizándonos, matándonos entre nosotros  y después bateando a algunos invasores, para terminar en una  dictadura que murió con una  revolución y luego se convirtió en  otra dictadura más blandita.  

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Y justo cuando la “dictablanda” agonizaba en su último periodo, es decir en los terribles noventas del siglo pasado, cuando se repartieron el pastel petrolero marítimo del golfo con los vecinos del norte, resulta que de la existencia de la isla dependía un verdadero tesoro negro, pues expandía la frontera marítima por la distancia que guardaba con el continente,  que nunca pudimos reclamar por que jamás la encontraron. Hay varias teorías desde errores cartográficos, o el Golfo comiéndose la isla hasta las más conspirativas de que los estadounidenses la destruyeron para despojarnos.

 Lo interesante del tema el de las islas fantasmas es que operan al revés de otras formas fantasmagóricas y justamente desatan el terror en el momento en el que al buscarlas, ya sea para evitar un naufragio, encontrar un tesoro, ganar un territorio o en el caso nuestro mover la frontera marítima, no existen.

No importa que salga en los mapas, que se haya hablado de ellas o que incluso exista quien asegure haber estado ahí,  si no se puede llegar, simplemente no sirve de nada creer, justo ahí vamos a aterrizar el laberinto, en aquello que damos por seguro pero que en realidad nunca pasó o hace mucho que no pasa y que erróneamente utilizamos para fincar nuestras esperanzas, proyectos o justificar algunas acciones.

Creer por ejemplo que somos víctimas de cosas que no existen, como la discriminación inversa o el hembrismo, confiar en que el sujeto corrupto va a conseguirnos una plaza laboral, que en otro país nos va a ir mejor o que tenemos una relación con alguien que no opina lo mismo, como un sujeto que me presentó a otro como su “mejor amigo” y resultó que el otro juraba haberlo visto un par de veces y no conocerlo lo suficiente, son algunos ejemplos de estas creencias que pueden llegar a ser bastante perjudiciales pues mantienen a flote una isla fantasma en la que fincamos acciones verdaderas, como planes, referencias o alivio de emergencias.