Las cosas como son

Riqueza y flexibilidad de una película que parece documental: The Cleaner

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Un limpiador forense desde luego que existe, su quehacer es necesario (aunque no hayamos tenido ocasión de contratar sus servicios). Mirar lo que hace, cómo vive, incursionar en su interior, trae consigo un sesgo documental. El limpiador forense de esta cinta (producción anglo-francesa-mexicana), sin embargo, desde la perspectiva de composición del filme, está actuando en la narración, forma parte de una obra cinematográfica que responde a su propia dinámica. Desde ese punto de vista la película es un artificio. ¿Se encuentra pues el espectador ante un documental ficticio? Su director, Phil Cox, prefiere tildar a The Cleaner de “largometraje surrealista, que mezcla animación y documental y está ambientado en México”.

La ciudad conocida como ombligo de la luna es el escenario en que se desenvuelve Donovan Tavera, limpiador forense, en un perpetuo Día de Muertos. Es un hombre que va por el envés de la vida, en sentido opuesto, según se muestra al principio del filme, si bien hormiguea en el mismo paisaje urbano. Es un hombre que tiene acceso a una realidad paralela gracias a su oficio, al dominio donde habitan los muertos del cual recoge historias de vida. Así lo muestra la animación, enfática justo a media película: es uno que vive en los márgenes de la vida ordinaria mientras atisba en Mictlán, plásticamente “animado” por el artista Rich Arnauda con un gusto cromático y un cuidado compositivo sobresalientes.

Cartel de la película (foto: Cortesía)

Donovan se hace cargo de limpiar a mano las manchas de sangre que quedaron sobre muebles, paredes, enseres íntimos, de las personas que murieron a consecuencia de homicidio, suicidio o muerte natural —como dice él mismo durante la filmación de un clip promocional de su quehacer, una verdadera astucia compositiva en el filme respecto al personaje. Este pormenor de su oficio es el núcleo de un itinerario por el día a día (sería mejor decir en el noche a noche) de Donovan Tavera en el que tienen cabida segmentos específicos relativos a cuestiones como: detalles de su trabajo, su vida familiar con esposa e hija, la soledad pertinaz y hasta involuntaria que lo cerca, historias de difuntos, vistazos a su proceso terapéutico y un sueño recurrente.

Si algo pudiera ponerse en el otro platillo de la balanza, podrían ser las actuaciones de Donovan Tavera y su familia, esposa e hija, cuyas moderación y contención otorgan congruencia a este tipo de relato, aunque por momentos pierden la tensión requerida en la historia. Asimismo podría esgrimirse que el tema de esta película incurre en cierto rebuscamiento en cuanto al oficio del protagonista, si bien justificado en una sociedad como la nuestra, insuficientemente visible a pie de calle, por lo que llegaría incluso a parecer de ficción.

Es de celebrar que Phil Cox (en tanto autor del guión y realizador de la cinta) haya consumado un acercamiento tan rico, además de puntual, acerca de la visión mexicana de la muerte, gracias a las cuales endereza un relato cinematográfico no secuencial donde son visibles tradiciones populares y mitos cosmogónicos, que esparce con intención a lo largo de la película (vueltos muy notorios en las secuencias animadas) y que dotan de significación simbólica a las escaleras que suben o bajan, a la oscuridad, a las tomas aéreas, a las parejas que bailan (¿la danza de la muerte?), a las canciones populares, entre muchos otros elementos cotidianos. Propósito conseguido además mediante el empleo de tomas de cámara que incluyen la vista panorámica, el close up y la filmación en directo con la cámara al hombro, entre otros recursos; la inclusión de recursos teatrales para sintetizar tanto historias como contextos y acentuar el dramatismo a través de alusiones; la determinación de recurrir a la mostración de lo grotesco como una forma de aludir a la descomposición que impone el tiempo sobre lo que ya no tiene vida; el echar mano del metal como música de fondo que escucha el limpiador y que trae consigo un brío, aun si parece ruidoso, que delinea aún más al protagonista; la forja de un ritmo fílmico tendiente a la languidez que sin embargo se mantiene vivaz hasta completar la travesía del protagonista.

Y así como se refiere en la cosmogonía prehispánica que de los huesos de los muertos irrigados con sangre de Quetzalcóatl surgió nuestra vida, aunque antes dichos huesos se dispersaron en el suelo a causa de que ese dios tropezó, Cox compone un relato cinematográfico por demás alusivo a esa fragmentación y dispersión, cuyo elemento nuclear, luego factor de unidad, es Donovan Tavera, quien resiente en su estabilidad emocional el impacto de esos hechos traumáticos (por ello también está fragmentado: “No temo encontrar la muerte, temo no encontrar la vida”, dice). El relato de la película deviene entonces pasaje de fuego y la habitual chamarra negra del personaje acaba convertida en corbata delgada sobre su camisa blanca mientras baila. Hay una gran diferencia entre Cielito lindo y Las golondrinas en la película y es que Donovan Tavera pasa de ser un contemplativo a ser un participante, uno que se pinta el rostro para el Día de Muertos porque tiene claro que es “un hombre sin consecuencia, queriendo amor sobre la muerte, alegría sobre el miedo”. Antes de ese hecho (obviamente hacia el final de la película) se le ve participar en el contingente que se dirige a la Basílica, siendo uno más de los peregrinos, yendo en la misma dirección que todos. Como dice Rich Arnauda con bastante tino: “Desde siglos antes de la llegada de los españoles ya se hacían peregrinaciones para adorar a Tonantzin en el Cerro del Tepeyac. ¿Una virgen morena ocupó su lugar? ¿O acaso Tonantzin se transformó en un símbolo mestizo unificador?”. De esta forma se completa la aventura del héroe y también una especie de unificación. En última instancia The Cleaner contiene un bien ceñido relato en torno a una cuestión fundamental: llegar a la vida desde la muerte mediante un oficiante a quien no se nos había ocurrido contratar pero cuya labor ahora nos queda a la vista.

La película-documental El limpiador será proyectada en la ciudad de México: martes 19 de octubre, Cineteca Nacional, 20:00 hrs; miércoles 20 de octubre, Centro Cultural Futurama, 20:00 hrs; y viernes 22 de octubre: La Casa del Cine Mx 18:00 hrs. El director de la animación estará presente en las proyecciones y participará en sesiones de Preguntas y respuestas con el público.