256 años de la dedicación del templo de la Santísima Trinidad de la Compañía de Jesús, actual Oratorio de San Felipe Neri de Guanajuato

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Vista interior de la bóveda principal y cúpula del templo de la Compañía de Jesús en Guanajuato. Fotografía J.E.V.A.

En entregas anteriores hemos tratado el tema de la Compañía de Jesús y cómo fue que en el siglo XVI y con el propósito de contrarrestar los avances del movimiento de Reforma Protestante, Ignacio de Loyola creó en 1540, al interior de la iglesia católica española, la orden religiosa luego de recibir la autorización del Papa Paulo III. Correspondió luego al Papa Julio II el perfeccionamiento de las reglas de la orden.

Un rasgo característico de la orden religiosa ha sido, desde su origen, la interacción abierta de sus miembros en sociedad y la orientación de su labor a las actividades educativas ya sea de primeras letras, educación secundaria y superior. Destacaron también, los jesuitas, por ser impulsores de la enseñanza de la filosofía, las matemáticas, la teología y la jurisprudencia así como las ciencias físico químicas, naturales y astronomía.

Los jesuitas llegaron a la entonces Nueva España en el mes de septiembre de 1572 y comenzaron su labor fundando misiones en los territorios septentrionales como Durango, Baja California, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, y Nayarit logrando establecer un clima de paz en la mayor parte de esos territorios.

Poco después, entre 1580 y 1590, se les encomendó la pacificación de los grupos étnicos que genéricamente denominaban chichimecas quienes con su resistencia no daban tregua a los agricultores y ganaderos.

En 1590 el sacerdote jesuita fundó el curato de San Luis de la Paz luego de haber conseguido avances notables en la pacificación del territorio, aunque desafortunadamente murió sacrificado más al Norte. La labor de los jesuitas se expandió por diversas regiones de la Sierra Gorda promoviendo la fundación de nuevas poblaciones y estimulando el desarrollo de la agricultura, la ganadería, la minería y la industria.

El primer jesuita que visitó la población de Guanajuato fue Hernán Suárez de la Concha quien había salido de Zamora Michoacán en 1582 acompañado de otros dos misioneros, el propósito de su presencia era conocer las posibilidades de crecimiento y desarrollo que presentaba el distrito minero, pero no sabemos mucho más acerca de ese primer acercamiento.

Otro jesuita, Pedro Sánchez calificó a Guanajuato, en 1606, como una población apta para el establecimiento de un colegio, pero su fallecimiento poco tiempo después dejó sin continuidad el proyecto.

El templo de la Compañía de Guanajuato. Imagen tomada del libro El templo de la Compañía en Guanajuato de Salvador Díaz Berrio. 1969

En 1612 el padre Diego Gómez sembró la idea de jurar a Ignacio de Loyola como el santo patrono protector de la población, luego de que había ocurrido la beatificación del fundador de la Compañía de Jesús el 3 de diciembre de 1609.

Luego de algunos años de impulsar la idea entre los guanajuatenses, la sociedad decidió jurar a perpetuidad como un gesto de su auténtica devoción y voluntad el patronazgo de Ignacio de Loyola el 31 de julio de 1616.   

En el año de 1622 el Papa Gregorio XV canonizó a Ignacio de Loyola, circunstancia que provocó gran entusiasmo entre la sociedad guanajuateña y que movió al padre Diego Gómez a formalizar, ante el Cabildo Catedralicio de Valladolid, el patronato para que tuviese la correspondiente licencia eclesiástica. La respuesta fue favorable y se reconoció el patronato desde el año de 1616.

A pesar de que Guanajuato fue la primera población del mundo no podía concretar la anhelada presencia permanente de una misión de sacerdotes de la Compañía de Jesús. Tenemos vaga noticia de que hacia 1646 don Rodrigo Mejía Altamirano realizó gestiones, sin éxito, para el establecimiento de una misión permanente de la Compañía de Jesús.

Fue en 1676 cuando misionó en esta población el padre José Vidal, su presencia en una turbulenta etapa de la población vino a sembrar armonía entre los vecinos que regularmente mantenían un ambiente de discordia y desavenencia. Su memorable sermón del perdón de las injurias fue útil para corregir las conductas antisociales y para frenar los excesos que se presentaban durante las celebraciones de las tradicionales fiestas de San Juan Bautista.

Ya en el siglo XVIII se registra otra vaga noticia en el sentido de que el abogado, sacerdote, predicador y confesor general Juan Diez de Bracamontes intentó convencer a los jesuitas de que establecieran en Guanajuato una misión permanente, aunque tampoco tuvo éxito.

En el interesante cuadernillo de las Annuas de las Misiones de la Compañía de Jesús en Guanajuato, manuscrito del siglo XVIII, se cuenta que un sacerdote llamado Antonio Ybarbuen, educado en el seminario de San Ildefonso en la Ciudad de México y que por tal razón tenía en alto concepto a la Compañía de Jesús, se encontraba en una reunión con algunos de los principales vecinos de la población cuando abordó el tema de la educación de la juventud de Guanajuato.

Portadilla de las Annuas de las Misiones del Colegio de la Compañía de Jesús en Guanajuato. Fotografía J.E.V.A.

Doña Josefa Teresa de busto y Moya, que estaba presente en la reunión, hizo suya la propuesta y la convirtió en su misión iniciando las gestiones para donar recursos y propiedades y lograr así el establecimiento de un Colegio de la Compañía de Jesús en la población.

Doña Josefa Teresa de Busto y Moya Autor anónimo. Colección de la Universidad de Guanajuato. Fotografía J.E.V.A.

A su labor se sumaron múltiples personajes como don Francisco Matías de Busto y Moya, don Juan de Hervas y otros 14 mineros poseedores de importantes fortunas. El provincial de la Compañía de Jesús Juan Antonio Oviedo, aceptó los donativos y envió a un selecto grupo de jesuitas: Mateo Delgado, José Redona y Bernardo Lozano quienes llegaron acompañados por Diego Camarena y José Volado quienes echaron a andar el primitivo Colegio, precedente de nuestra querida Universidad de Guanajuato, en el año de 1732.

Los integrantes de la Compañía de Jesús en Guanajuato enfrentaban ahora un reto de grandes dimensiones, la construcción de su templo y del edificio del Colegio. El marco de la celebración del día de San Ignacio de Loyola, el 31 de julio de 1747, fue la fecha elegida para la colocación de la primera piedra de lo que sería el magnífico templo de la Compañía de Jesús en la ciudad de Guanajuato.

En las Annuas de las Misiones del Colegio, ya referidas, se describe cómo fue que se desarrollaron los trabajos para la construcción del templo y como acudían los trabajadores de las minas de Guanajuato con alegría y entusiasmo a desahogar las pesadas jornadas del trabajo constructivo.

Destaca la referencia al dispendio de gastos que hacían los obreros para ir lujosamente ataviados y como arreglaban también de manera muy vistosa y alegra a las mulas, burros y caballos que les ayudaban con la carga y tiro necesarios en las faenas. Para construir el templo fue necesario quitar un cerro que se localizaba en el terreno elegido y dejar el terreno allanado y listo para la elevación del templo.

Correspondió mayormente a don José Joaquín de Sardaneta y Legaspi, rector de los jesuitas en Guanajuato, supervisar el desarrollo de los trabajos. Debemos destacar que siempre tuvo como aliado a su hermano el marqués de Rayas don Vicente Manuel de Sardaneta y Legaspi.

De acuerdo con lo escrito en el Rasgo Breve de la Grandeza Guanajuateña, interesante obra literaria escrita con motivo de la dedicación del templo atribuida a Nicolás Noroña, el proyecto arquitectónico original del templo fue del sacerdote betlemita José de la Cruz que inició la obra y la continuó entre 1747 y 1755.

Luego la dirección de la obra la tomó el prestigiado ensamblador y carpintero Felipe de Ureña quien llegó a Guanajuato en 1756 y que fue el responsable de cerrar las bóvedas, diseñar las portadas y quizá también los retablos que durante algún tiempo lució el magnífico templo considerado la octava maravilla del mundo.

Firma de Felipe de Ureña. Imagen tomada del libro El templo de la Compañía en Guanajuato de Salvador Díaz Berrio. 1969.

Fue la generosidad de la sociedad guanajuateña la que hizo posible la construcción de tan esplendido templo. La Compañía de Jesús de Guanajuato experimentó en el 1763 la muerte de dos de sus más importantes integrantes. El 22 de junio murió el padre rector Ignacio Rafael Coromina, ante tan triste acontecimiento el bachiller don Juan de Dios Fernández de Sousa escribió la carta consolatoria a la ciudad de Guanajuato, misma que fue publicada en el año de 1764.

El 3 de diciembre de 1763 murió también don José Joaquín de Sardaneta y Legaspi dejando una terrible sensación de dolor entre la sociedad. La construcción del templo continuó y se concluyó en 1765.

La fecha elegida para la dedicación del nuevo templo fue el 8 de noviembre de 1765, justo en el octavario que se obsequia anualmente a su santa patrona y madre Nuestra Señora de Guanajuato que fue elegida madrina del nuevo templo. Las celebraciones para tan importante acontecimiento fueron esplendidas.

Loas y sonetos circularon por doquier. Cada día, durante el octavario, fue incrementando la alegría de la población. Las crónicas registran el lujoso adorno de los altares y de los magníficos retablos del templo. Destacan también la presencia de grandes coros y orquestas que vinieron de México, Querétaro y Valladolid para acompañar las celebraciones litúrgicas.

Se instaló un escenario en la Plaza Mayor en el que se escenificaron comedias. Hubo corridas de toros y por las tardes y noches se iluminaban los edificios principales en señal de alegría. Día con día desfilaron las diferentes instituciones:   El Ayuntamiento acompañado de todo el clero, el convento de San Pedro de Alcántara, los betlemitas, los mercedarios, la tercera orden, el comercio, la minería y la Compañía de Jesús. Fue como escribió el maestro Luis Serrano Espinoza el clímax de la historia de la Compañía de Jesús en la ciudad.

Las cosas cambiaron muy pronto. En junio de 1767 se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas de todos los territorios de España, el templo permaneció cerrado por 27 años hasta que en 1794 fue entregado a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri quienes desde hace 227 años se han encargado de sostener y fortalecer la devoción y la fe entre los guanajuatenses. A ellos mi agradecimiento por haberme invitado el pasado 8 de noviembre de 2021 a celebrar con una charla algo de la historia de esos 256 años de la dedicación del templo de la Santísima Trinidad de Guanajuato.

Imagen de recuerdo de la bendición de la Cruz de la Cúpula del Templo Oratorio de San Felipe Neri de Guanajuato el 26 de enero de 1884. Fotografía. J.E.V.A.

© J.E.V.A. noviembre 16. 2021