El Laberinto

Te vas a morir de hambre

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Con cariño para todos los que crean y luchan

Suena a sentencia dramática o a lastimosa y preocupante afirmación, la dicen algunos amigos con profesiones más convencionales, los padres o parientes preocupados por tu destino, que muchas veces suponen pegado al suyo, la gente que  pregunta amablemente a qué te dedicas o qué estudiaste  y, en algunas ocasiones, conlleva un trasfondo envidioso, como esa espina de saber que tu si tuviste el valor de hacerlo, de atreverte a perseguir tus sueños por más lejos que se vean, por más difícil que parezca.

© graffica.info

La han escuchado, y varias veces, los que se dedican a las ciencias sociales o a las humanidades, los que hacen arte, los que gustan de viajar o se arriesgan a luchar por causas justas, por crear cosas distintas, por salirse de lo que se dicta que se debe hacer.

Se piensa, clasistamente, que hacer esto es un privilegio para quienes nacieron con ventaja social, se cree que ser rebelde, que ser soñador o distinto es una etapa, que se debe hacer en la juventud y que después hay que entrar en el molde, respetar el listado de cosas por hacer y atesorar esa “etapa”  como un bello recuerdo que contarle a tus nietos, que seguro vas a tenerlos, porque todos debemos tener hijos, sentar cabeza.

Nadie se pone a pensar en que el creador de eso que ahora disfruta tanto, de esa canción confortándolo  cuando esta triste, de ese cuadro colgando en su pared, de ese libro que lo hizo cambiar, seguro mando al carajo a todos los que alguna vez le dijeron que se buscara un trabajo de verdad. Que los derechos de los que ahora disfruta no fueron un regalo, que alguien peleo por ellos mientras todos les decían que las cosas siempre habían sido así y que nunca iban a cambiar.

 Peor aún, no se dan cuenta de que justamente ellos provocan esa hambre asesina a la que sentencian a los que crean, que pensando que del arte no se vive es como no pagan por él, pero que tampoco prescinden de su goce. Igual que diciendo que nada va a cambiar es como logran que no cambie. Lo curioso aquí es que el arte y la lucha son tan generosos, que todos pueden acceder a sus frutos aunque no hayan hecho nada para que existan. Si esto se valorara y se cuidara, otro gallo nos cantaría a todos, pues si en un medio tan ahorcado nacen cosas maravillosas imagínense lo que no vendría en un terreno fértil, en un ambiente propicio.