El espacio de Escipion

La herencia en el quinto año

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Se ha dicho todo sobre la marcha del pasado domingo, la “marcha del pueblo” con el presidente, le llamaron, y sin repetir lo obvio, pues sí, fue una demostración de que la luna de miel del primer mandatario con gran parte de los mexicanos sigue fuerte.

Pero hay algo más: la gran marcha del pasado domingo viene a sumarse a la serie de acciones iniciadas por el presidente de la República en lo que parece ser jornada del adiós, por lo cual los mensajes políticos de sus recientes acciones llevan impregnada alta dosis de la herencia política que legará para quien lo suceda en el poder.

Las movilizaciones son una muestra de músculo político y así hay que entenderlas. “Unas son más orgánicas y genuinas que otras, pero ninguna es químicamente pura” me comentó Gabriel Guerra Castellanos; y tiene razón, la del domingo, sin temor a equivocarme, fue mayoritariamente orgánica, pues fue evidente la demostración de afecto y defensa a la figura presidencial.  

Aunque debemos apuntar que dicha movilización, como ocurrió con las consultas de juicio a ex presidentes, de revocación de mandato y de elección de congresistas de Morena, fue también de autoconsumo, un ejercicio más de movilización y de medir el nivel de compromiso y trabajo político de cada uno de los grupos y liderazgos de la llamada “cuarta transformación”, claro, con el fin de ir midiendo también quiénes sí merecen una candidatura o un mejor lugar en la operación transexenal de la 4T.

El despliegue de fuerzas de organizaciones y líderes filomorenistas son una muestra de fortaleza, pero también de amenaza, porque si los gobiernos y funcionarios morenistas siguen respondiendo con soberbia, maniqueísmo y desdén, utilizándolos sólo cuando requieren plazas llenas, sin resolver sus demandas, esas demostraciones podrían ser sólo aire porque nadie garantiza que sus bases voten masivamente también por Morena.

Lo dijimos con el perfil del Presupuesto Federal de Egresos 2023: está enfocado a garantizar la continuidad de sus grandes obras de infraestructura y la política social, con el fin de que sea él quien las concluya o bien, que quien llegue después no le quite el mérito de que Andrés Manuel fue el constructor.

Para entender mejor: el presidente sabe que tiene altos niveles de aprobación y es el único político que más fuertes sentimientos despierta entre los suyos y sus adversarios. Y que esta condición sólo la tiene él y que ninguna de sus “corcholatas”, por más esfuerzos que hagan por emularlo y repetir las mismas frases ya de todos conocidos. Hay una evidente operación de Estado para que haya continuidad, pero lamentablemente para las corcholatas siguen sin garantizar el poder de convocatoria que tiene AMLO y a estas alturas, en cualquier encuesta Morena ganará por Andrés sin importar quién sería el o la presidenciable.

Por ello, con fino olfato político de décadas aprendidas entre el PRI, el PRD y ahora como líder histórico de Morena, el presidente por sí mismo, sin ninguna corcholata o líder morenista decidió convocar a su marcha como reacción de peleador callejero para que se desdibujara la manifestación del domingo 23 de noviembre, la cual, como apuntamos, simbolizó la primera expresión de masas en su contra.

Y es que mientras el jefe máximo del partido en el poder está pensando en cómo heredar el país y el proyecto transexenal, los aspirantes de su camada están envueltos en grillas baratas, batallas, intrigas y golpes subterráneos donde todo es posible, y hasta diría se vale, con tal de llegar a ser el elegido o elegida. Las redes sociodigitales afines a los diferentes liderazgos repiten una y otra vez esos mensajes cargados de odio y canibalismo autodestructivo.

Un escupitajo contra Ebrard, empujones a Claudia y gritos del sindicato de Napoleón pidiendo la expulsión de Monreal se dejaron sentir en la marcha de autoconsumo morenista. Y cuidado, porque del todo es posible al todo se vale hay un solo paso.

Pero el presidente está en otra lógica y no lo han entendido las corcholatas que apuestan a la división. En esta última concentración, López Obrador marcó la pauta de cómo debería ser su próximo sucesor y hasta adelantó que podría darse a conocer el resultado de las encuestas para definir a quién lo sucederá.

Así que más pronto de lo que esperamos, el dedazo de las encuestas dirá quién es, pero, sobre todo, quién sea garante de la continuidad del proyecto de Andrés Manuel, porque hoy por hoy, el del poder de decisión es él y él decidirá cómo y a quién transferirlo.

El quinto año de gobierno arrancó muy intenso y con la carrera sucesoria ya adelantada. El presidente sabe que está en el año más complicado porque es cuando el desgaste natural del ejercicio de gobierno comienza a cobrar facturas, para bien o para mal. Por eso le urge definir su testamento, su herencia política y afianzar el liderazgo de quien lo relevará, porque deberá gobernar sin su tutela y, además, sortear a los perdedores, quienes no digerirán fácilmente la derrota después de estar cerquita del poder presidencial, pero sin poderlo ejercer.

En política, no siempre hay dos oportunidades, ni dos andresmanueles que puedan resurgir de sus cenizas.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com