Desde el Faro

“HOMBRES NECIOS…..”

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x.- El Primer Manifiesto Feminista

Se atrevió a defender a la mujer cuando nadie lo hacía; fue capaz de confrontar duramente la discriminación y el machismo, ni siquiera la Iglesia Católica pudo contenerla. En Pleno Siglo XVII, cuando imperaban la desigualdad de género y las injusticias contra la mujer, Juana Inés mostró valor y coraje femenino.

En su poema más famoso llama a los hombres necios y culpables por su actitud hipócrita; es un reclamo a la doble moral, que por un lado exige pureza en la mujer y por el otro, pide que acceda a sus deseos.

En 17 estrofas muestra esa doble moral y se rebela contra la sociedad patriarcal; como muestra, en la primera, llama “necios” a los hombres que acusan a la mujer por algo que ellos mismos provocan:

«Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis».

Más certera es en estas 2 estrofas, donde coloca en una balanza a los dos géneros, porque hombres y mujeres son hijos de Dios, sin discriminación de género:

«¿Cuál mayor culpa ha tenido/en una pasión errada:/la que cae de rogada,/o el que ruega de caído?.

¿O cuál es más de culpar,/aunque cualquiera mal haga:/la que peca por la paga,/o el que paga por pecar?».

Pero si este poema bien puede considerarse como el primer manifiesto feminista, la MEXICANA que lo escribió casi 400 años después, aún está vigente y es un ejemplo a seguir porque:

No tuvo la oportunidad de asistir a la escuela, y en la soledad de los libros mudos que integraban la biblioteca de su abuelo, a los 3 años aprendió a leer y a los 8 escribió su primer poema; así, desde niña se acostumbró a vivir contracorriente como consecuencia de una sociedad que prohibía a las mujeres el acceso a la educación.

Años más tarde, para ella, el ser mujer, joven e hija ilegítima, no fue inconveniente para imponerse, a los 17 años, a un consejo integrado por filósofos, matemáticos, teólogos, en total, 40 sabios de la corte, quienes al final reconocieron su sabiduría, tanto que algunos de sus biógrafos, contemporáneos a ella, comparan esta escena “como el combate de un galeón real, embestido por embarcaciones minúsculas, de las que se deshace como si fueran un ejército de pigmeos”.

Así fue la adolescencia de quien se convertiría después en monja y durante toda su vida reafirmara su condición de “ingeniosísima mujer”.