El Laberinto

Lo que no

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A veces me gusta imaginarme una heladería inmensa con vitrinas llenas de todos los sabores posibles, desde lo más convencional como  limón, fresa o vainilla hasta un controversial sabor habanero con pepino o pollo con curry, de ese que nadie pide ni quiere probar porque “de eso no se hacen helados”.

La cosa se complica cuando de entre todos ellos tienes que elegir uno, tal vez dos, que además armonicen entre sí, pues puede que menta sepa delicioso solo, pero jamás combinado con naranja (no tomen jugo con los dientes recién lavados) o cuando entre tantos sabores no alcanzamos a ver el que realmente queríamos hasta que ya tenemos en la mano el que pensábamos que era el indicado, como cuando entre tanto mensaje irrelevante se pierde aquel estábamos esperando, además el  dinero y el apetito son finitos, y lo nuevo da tanto miedo y lo viejo puede dar tanta pereza o ser tan desmotivante.

Puede ser entonces que alguien amablemente elija por ti y diga toma aquí está tu helado, ahí existen tres opciones: que te lo comas porque ya te lo dieron o porque casualmente le atinaron a tus deseos; que busques ponerle extras para hacerlo más apetecible o que de plano lo rechaces al descubrir con ese sabor que no querías el que en verdad deseas y pararte a la barra e ir por él. Pero aún existe otro riesgo: se puede caer en el precipicio de saber que es lo que no deseas sin llegar a saber qué es lo que en verdad quieres.

Y es que en un mundo donde las opciones parecen infinitas las elecciones normalmente se ven mucho más limitadas, por presión social, por costumbre, por miedo a lo desconocido, por creencias arraigadas, puede ser que el sabor a huitlacoche en helado sea el menos popular, el imposible y asqueroso para todo mundo y es muy posible que muchos no lo hayan probado solo por eso aunque se les antoje y entonces tal vez alguien se está perdiendo de probar algo que en realidad lo haga feliz e incluso, porque obviamente no estamos hablando de helado, de que el mundo se pierda de algún buen comedor de este helado que abriría un mundo de nuevos sabores, de posibilidades e incluso de alguien que lograra hacer que tal vez el consumo de helado de limón bajara para beneficio de los que les gusta e incluso de los que no.

Finalmente todo lo que conocemos viene de personas que por primera ocasión pensaron que esa era una buena idea y cuando pensamos lo monstruoso que es lo que ahora parece aceptable, como que el sabor vainilla normalmente viene del ano de los castores, pues la vainilla natural es increíblemente cara.

Afortunadamente nada es para siempre y nos queda la opción de volver con más dinero o hambre a la heladería a conseguir aquello que se nos antojaba.