El Laberinto

Cyber punk

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Nací en la misma década que la rama de la ciencia ficción conocida como cyber punk y tal vez es por ello que comparto con ella el desencanto hacia el futuro, que proviene de la combinación de ver de lo que somos capaces de crear tecnológicamente para hacernos la vida más cómoda y de cómo socialmente logramos llevarlo por los caminos más corruptos posibles y si bien, no hemos llegado aún al extremo de “Robocop” (1987) en donde se puede trabajar después de muerto sin salario, sin quejas, huelgas o descansos, pero no se ha superado la corrupción y mucho menos la violencia, si estamos viendo panoramas humanamente desoladores, como tener la posibilidad de crear un delicioso pastel para después estampar la cara de un cumpleañero en él… Esperen, que eso ya sucede.

En ficciones futuristas más optimistas nos veíamos liberados del  trabajo manual, todo aquello que fuese lo suficientemente tedioso, indigno o arriesgado podría ser llevado a cabo por máquinas mientras nosotros tendríamos tiempo para disfrutar y crear, no contábamos con que el trabajo intelectual es mejor pagado que el manual y que es más rentable reemplazar a un diseñador con una máquina que a un obrero. Las máquinas ahora pueden crear mientras muchos de nosotros seguimos tallando escusados.

También se fantasea con la idea de no envejecer, parir, sufrir, enfermar o morir, en “Un mundo feliz” (1932), a pesar de todas las problemáticas que nos plantea, Huxley por lo menos tenía la esperanza de que todos tendríamos salud, juventud y placer. En la vida real, la salud es para quien puede pagarla y eso hasta cierto punto, porque la enfermedad resulta ser un negocio millonario, la vejez nos acecha a todos aunque algunos la retrasen por lo menos en apariencia y vivimos  otras atrocidades como el tráfico de órganos o los vientres de alquiler.

La  disponibilidad de conocimientos y la comunicación inmediata, lejos de crear individuos mejor informados le dio la  posibilidad a prácticamente cualquier persona de malinformar, siendo ahora posible encontrar datos que respalden hasta las opiniones más intolerantes, retrógradas y disparatadas, el saber que todo está al alcance de un dispositivo nos ha hecho apáticos para pensar y para colmo de males, la capacidad de comunicarnos instantáneamente entre nosotros nos ayuda a que nos exploten mejor, a que nos controlen más eficientemente,e irónicamente genera muchos malentendidos y nos distancia de aquellos con quienes sí compartimos físicamente.

Y aquí estamos en una realidad tecnológicamente cómoda, en un mundo socialmente espantoso y además estéticamente uniforme y aburrido por aquello de la eficiencia, la simplicidad y la producción en masa, pensando que todas estas ficciones eran advertencias, no estándares que superar, deseando ser como “El asesino” (1957) de Ray Bradbury para destruir cada dispositivo para mandar todo al carajo, ahorita que aún los malos somos nosotros y no las máquinas, antes de llegar a Yo robot (1950) o a Matrix (1999) antes de que de verdad sea tarde.