El Laberinto

Dice mi mamá que no está

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Llega el cobrador, toca la puerta, sale un pequeñito, tal vez con el rostro cubierto de mocos o caramelo, lo mira con desconfianza mientras el desconocido, con casco en una mano y una tabla con papeles en la otra menciona un nombre.

— Deja ver si está— responde la criatura, mientras cierra de nuevo la puerta.

Mientras espera el cobrador se pregunta ¿cómo es que se puede desconocer ese dato en una vivienda de esas pequeñas dimensiones? pero está acostumbrado a la dinámica así que no pregunta nada. Después de oír una voz femenina, algo irritada, reprendiendo, se vuelve a entreabrir la puerta tan solo para que la vocecilla responda:

—Dice mi mamá que no está.

Puede parecer broma, pero esto se repite todo el tiempo en casi todos los escenarios presenciales o remotos donde se tiene que localizar a las personas para cosas no tan gratas como afrontar consecuencias, dar una respuesta o invertir tiempo y esto desata una bola de nieve de tiempo desperdiciado, de vueltas inútiles, de asuntos atrasados, de individuos plantados, en fin que resulta peor, el cobrador va a volver, la deuda va a crecer, el teléfono seguirá sonando.

Como otras consecuencias, nos enseña a mentir desde pequeños, a evadir en vez de confrontar, a no confiar en los demás por que de primera mano vemos siempre la falta de honestidad, a encubrir al otro y eso nos perjudica a todos, algún seremos el tipo del casco parado en la puerta, pidiendo un favor, declarando nuestro afecto, organizando un evento, buscando un pago o buscando justicia y alguien saldrá a decir la misma línea o ni siquiera se molestará en salir, solo apagará la luz o desviará la llamada o dirá que sí sabiendo que nunca va a pasar.

Desvanecerse sólo es justificable cuando se corre riesgo o cuando la otra parte no entendió nuestro NO, pero ahí ya estamos hablando de violencia o de acoso y esos son dos temas mucho más escabrosos y largos de revisar.

Y es que el NO a secas y hasta sin excusas es el mejor regalo que se le puede dar a alguien y tenemos que aprender a recibirlo con gratitud, sin molestarnos si no era su obligación (si lo era se deberá buscar que la cumpla) para que se nos vaya quitando el miedo a sacarlo, sería menos cómodo, pero seguramente más útil y respetuoso para que el otro sepa cómo actuar, qué otra puerta tocar, qué lugar quitar de la mesa.

No tengo una explicación de por qué sucede esto, pero puede venir a causa de un sistema, vigente o no de opresión o servilismo donde una negativa significa una condena para quien la pronuncia. Queda para reflexión mientras llega el próximo cobrador.