Promovido en 1992, internacionalizado en 1999, en México quedó atrapado entre las fechas de un muy esperado puente que conmemora nuestra revolución y con ella el estereotipo de macho que todavía prevalece en nuestro imaginario: el que “no se raja”, que arregla todo a plomazos o puñetazos, incapaz de llorar ni por su mamacita, que se casa en cada pueblo, muchas veces además, sin el acuerdo de la novia y deja toda la progenie posible regada por ahí.
Y bueno ni para que mencionar que todo esto no es precisamente lo más amigable con la auto preservación, con la salud mental, ni con el resto de la humanidad que no cuadra en este modelo de comportamiento, más apto para conquistar tierras o derrumbar dictaduras (aunque también hay otros modos) que para convivir en santa paz en el metro o en una oficina, por ejemplo, similar a querer tener un deportivo para andar en el tráfico o un perro gigante y agresivo para mantenerlo encerrado en un departamentito de interés social. Pero aquí no vamos a entrarle a la misandria, porque “tengo papá, novio y hermanos” (es un chiste nada más) no caeremos en la misandria por que ya hay demasiada y principalmente por que no ayuda en absolutamente nada.
Tienen en común el día del hombre con el de la mujer en que han sido tremendamente malinterpretados e incluso llevados al opuesto del objetivo con el que fueron instituidos y mientras el ocho de marzo se ha vuelto una extensión del día de las madres, con flores y textitos cursis sobre las “criaturas más suaves y sensibles de la naturaleza” cuando en realidad es un día de conmemoración y lucha sobre todo en lo laboral. Por su parte el diecinueve de noviembre se ha vuelto el día en que los sectores masculinos que se sienten agredidos por que ya no pueden tratar (tan fácil) a las féminas como los revolucionarios trataban a sus “adelitas” o que sienten que su día pasa desapercibido y que envidian las flores y chocolates de nuestra fecha, los cuales ni siquiera deberían existir, para empezar.
Y es que justo este tipo de mentalidades nocivas, misóginas, de guerra de sexos y “machos alfa” son las que se buscan combatir con el día del hombre, donde se trata de hablar de su salud física y mental, de equidad y mejora de las relaciones con las mujeres, de su aporte en el ámbito doméstico y en si cualquier aporte positivo a la sociedad y de la discriminación y violencia que padecen.
Lo peor es que la tendencia apunta a que terminaremos regalándoles cosas “de hombres” como cervezas o carritos mientras los felicitamos por haber nacido aleatoriamente como XY, una pena, una oportunidad desperdiciada de crear un mundo más amable y habitable para todos y todas. Pero es su lucha, si quieren tomarla.