Yunuen Alvarado Rodríguez
16 de diciembre de 2011
Justo Sierra fue uno de los autores más importantes del siglo XIX, mismo que tuvo gran influencia en la educación del país gracias a los puestos políticos y estratégicos que desempeñó.
Dentro de su literatura destaca la de finalidad didáctica y moralizadora que tuvo un gran auge en esa época.
El cuento titulado “Marina” trata un tema que definitivamente nunca estaría de más en la literatura mexicana del siglo XIX, debido a su intención pedagógica; me refiero al tema del honor, casi irremediablemente ligado al del amor.
Marina es una joven nativa de las costas de Campeche, que tras enamorarse de un marino extranjero, quien luego de una pequeña aventura con la joven, parte a Madrid y ésta nunca vuelve a saber de él. Sin embargo el problema radica en que ella enferma de un profundo amor, éste le hace enloquecer y en fases de delirio provocadas por esa locura, confiesa a su padre que está embarazada.
El padre en su aflicción comenta su tragedia con un marino nativo de Campeche, quien en su ingenuo amor por Marina se ofrece para emigrar con ella, darle su nombre y salvar su honor.
Parece que todo podría arreglarse con este matrimonio, pero el final de la historia es mucho más trágico, pues la joven no deja de ver al marinero extranjero a todas horas, en todas las barcas y hasta en la figura de su ahora esposo.
Sin poder escapar de esta locura, Marina entrega su vida al mar y tras esfuerzos de muchos por encontrarla lo único que encuentran es su velo de novia.
El narrador cuenta esta historia en forma de una leyenda, ahora popular en costas de Campeche.
El segundo cuento, titulado “Cesar Nerón”, tiene la forma de un mito, que cuenta cómo es que Cesar Nerón salva a Roma de la marca de Satanás por medio del cristianismo.
Aunque se trata de un texto que por su forma es de difícil comprensión, no cabe duda de que el contenido sea ese, intenta por medio de múltiple metáforas exponer al cristianismo como aquel que hace resucitar culturas enteras.
De nuevo, debemos remitirnos a esta funcionalidad didáctica de la literatura mexicana del XIX, la intención de este cuento, es la promoción de la religión.
Aunque estilísticamente se separa del otro porque aquí el paisaje es distinto, no se trata de ningún modo de cuadros de costumbres mexicanas ni de la exaltación del mexicano sobre el extranjero, sino que dibuja una cultura seguramente desconocida en ese tiempo para los lectores del cuento.
Y en este dibujo es la religión cristiana la que impera sobre los pensamientos míticos y mágicos, lo que este cuento exalta y sin lugar a dudas, es el valor de la religión católica sobre ninguna otra.