Literaria

“La tempestad” de Shakespeare como gran metáfora del mundo

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Grabado inspirado en una pintura de George Romney que ilustra una escena del primer acto de La Tempestad (1797) (Foto: Especial)

La tempestad de Shakespeare es la última obra escrita por este prolífico autor inglés, escrita en 1610.

Está escrita mediante las influencias de las Metamorfosis de Ovidio, los Panfletos Jacobinos y el ensayo de Montaigne Sobre los caníbales.

Dentro de la historia principal se desarrollan varias historias subordinadas que se entretejen por el elemento sobrenatural regido por Próspero, el protagonista, quien está dotado de poderes mágicos y radica en una isla acompañado de espíritus y un nativo de la isla. He aquí la división de la historia:

Los elementos sobrenaturales regidos por Próspero a través de la magia.

La historia de traición que resalta entre el contramaestre y el rey, donde el contramaestre con una actitud egoísta antepone su vida antes incluso que la del rey.

La historia de amor que se da entre Miranda, la hija de Próspero, y Fernando, el hijo de su hermano, quien lo traicionó para quedarse con el trono y que por su causa se quedó en la isla abandonado.

El tema principal de la obra es la falsedad, pues se desarrolla con una traición y al interior de la trama vuelve a aparecer este elemento.

Además de la traición, la falsedad puede verse en la utilización de los poderes mágicos de Próspero para generar conflictos entre los personajes y así obtener venganza por lo que su propio hermano le hizo en el pasado.

Sin embargo, esta recurrencia hacia lo falso y lo artificial tiene un motivo extra textual, el autor se encuentra en una situación muy particular pues es en la época en la que escribe la obra, cuando los periodos históricos Renacimiento y Barroco se encuentran, uno terminando y el otro iniciando, respectivamente, motivo por el cual el pensamiento acerca de lo que el mundo es y representa cambia drásticamente. De esta manera no se tiene certeza de lo que en verdad es y el pensamiento colectivo se siente traicionado por la religión, la ciencia, la sociedad e incluso por el arte.

Sobre la base de estas circunstancias, William Shakespeare proyecta la protesta de un pueblo inseguro, rencoroso hacia sus ídolos y busca entonces materializar lo sobrenatural dándole poderes a su personaje principal para luego hacerlo renunciar a ellos y que se dé cuenta de que no es más que un hombre como todos los demás.

Próspero entonces aparece como la figura de un Dios que puede manipular las vidas de los que le rodean y más tarde se enfrenta con su inevitable realidad de ser simplemente un hombre que no puede valerse de nada más que su naturaleza sensible y terrenal.

Así entonces, Shakespeare nos regala un final unificador en el que las historias se unen y resuelven gracias a una acción humana y no divina ni mágica. De este modo vemos en la obra y reflejado en el teatro cómo es que cambia y se remueve el pensamiento de toda una civilización.