Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Perfiles

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Vicente Fox (Foto: Archivo)

Delinear las capacidades y competencias de una persona a partir de ciertas características biográficas, técnicas y de comportamiento, es algo tan antiguo, como los ancianos con experiencia en tribus sencillas, personas con el llamado sentido común y, últimamente, especialistas en asuntos de reclutamiento, mercadotecnia, criminalística y hasta política. Desarrollar perfiles se ha convertido en toda una ciencia, sin que ello implique infalibilidad en los resultados aun cuando el “experto” conozca los distintos métodos o se haya especializado en aquellos que son herramienta útil a su desempeño.

Muchos han de recordar que en el pasado sexenio, el señor Fox, con amplia experiencia como gerente de una empresa comercializadora de bebidas, supuso que los mejores secretarios de estado, los seleccionarían los llamados “Head Hunters”, cosa que además de demostrar su inexperiencia en materia política y por ende su carencia de equipo, confirmó que no es lo mismo comprar, vender o producir un consumible muy específico, que conducir el destino de un país con millones de habitantes.

Así pues, con este y muchos otros ejemplos podemos decir que el desarrollo de perfiles no es una ciencia exacta, que aun personas con un currículum impresionante suelen fallar en las cosas más simples y que en el caso particular de la política, se entrelazan aspectos ideológicos, académicos, de emprendimiento y de organización, que incidirán a la hora de la praxis, con una realidad donde hay simples espectadores, pretendidos protagonistas, pensamientos disímbolos, necesidades varias y variables y sobre todo personas que decidieron ceder parte de sus derechos en aras del bien común.

Además de recomendar la lectura del Modelo de perfil del actor político. Estudio del elemento humano en organizaciones turbulentas[1], creo pertinente intentar hacerse una idea de lo que sería el perfil de aquel presiente municipal, delegado, diputado —local o federal— y en general todos aquellos que su supone han de ser nuestra voz en el poder legislativo o ejecutarán diversas acciones, que en un elemental principio democrático deberían responder al interés de las mayorías.

Quien pretende su voto es: ¿un perfecto desconocido sin experiencia? Su mayor atributo ¿deriva de ser fotogénico? ¿Tiene experiencia pero se aferra al poder sin dejar lugar a los jóvenes? ¿Qué leyes impulsó o votó en su gestión previa? ¿Se acordó de usted antes de ser candidato? ¿Su modo de vida deja sospecha acerca del origen de sus recursos? Cuando usted quiso que le escuchara, ¿lo recibió, le resolvió, le explicó por qué no lo hacía? La denuncia, asunto o necesidad que le planteó, ¿no fue atendida, se mandó al archivo, la contestaron con un formulismo burocrático sin contenido?

Entender la complejidad del mundo actual —que no acaba de digerir los fracasos de un sistema neoliberal, consumista y más financiero que productivo— donde la demanda de cambio parece excluir la eficacia de la continuidad basada en la experiencia, la memoria y el desarrollo de talentos que han sido eficaces, es uno de los retos de quien ha decidido incursionar en la política. Un político que de entrada niega esta vocación y se escuda en slogan como “yo soy tu”, “soy sociedad civil”, “soy apartidista”, de entrada nos está demostrando: desubicación, basamento en la descalificación, confrontación y desconocimiento de filosofías y principios básicos no solo del conocimiento[2] sino de cualidades inherentes al zoon politikon, como lo es la intuición e imaginación para la resolución de problemas, la creatividad para la propuesta de nuevas soluciones y sobre todo los valores necesarios para distinguir lo conveniente o no de las acciones a seguir y, por supuesto, la energía para corregir rumbos aun cuando ello suponga separar personas o cambiar de ruta.

Se ha preguntado ¿quién gana si en México o cualquier otro país, se golpea al Estado —descalificando sus instituciones y su sistema jurídico—, si se sataniza a los partidos y se vitupera a los políticos? Un partido político —nuevo, antiguo o emergente— no surge, ni mucho menos permanece, como resultado de una visión particular o anhelo mercantilista. Su principal elemento son las personas, militantes que lo integran y se identifican por pensamientos comunes, capaces de afrontar eventos externos e internos, mediante la práctica diaria de programas basados en principios sobre los cuales se pusieron de acuerdo.

Quien pretende su voto ¿imagina que saturando sus sentidos con imágenes y sonidos podrá lograr su simpatía? ¿Se considera Usted un sujeto manipulable por estratagemas de propaganda? ¿Es usted un ser pensante que toma tiempo para conocer las plataforma ideológicas y los programas de trabajo de los distintos candidatos? Estas son algunas de las variables que le permitirán ejercer un voto razonado e inteligente. No fatídicamente los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, esto aplica para cuasi-robots; aunque para gente inteligente que prefiere la palabra al lodo, la armonía al pleito callejero, el desarrollo con sustento a la promesa sin bases, el voto razonado puede resultar en el beneficio colectivo.

Ejerza su capacidad para el diseño del perfil de sus candidatos. Si tiene dudas, pregunte, entreviste, indague y al final del día resuelva en base a quien usted defina quien es el que más responde a sus expectativas como ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos. Defina sus ideales e imagine quién de los postulantes está en mejor posibilidad de tornarlos en realidad. Si le silban, le critican o le rechazan por ir en contra de “la moda”, aguante, no abandone sus convicciones, el paso del tiempo seguramente le hará ver que estaba Usted en lo correcto.

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[1] Adolfo Acevedo Borrego, Carolina Linares Barrantes , Orestes Cachay Boza.

[2] Aristóteles, en su obra Metafísica, dice: “Todos los hombres tienden por naturaleza a saber”.