Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Palmas, Vítores y reprensión

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Él envió a dos de sus discípulos, para traer una bestia de carga que nunca había sido montada, trasporte de personajes superiores según la cultura de la época, no fue un caballo usado por militares, ni al pollino se ataron carros que demostraran lujo. Se trataba simplemente de la entrada de un hombre, cumpliendo apenas 33 años, que ha sido reconocido —como profeta, médico, maestro e hijo de Dios— por casi todas las religiones. Quienes conducen su vida espiritual en el Corán, reconocen las referencias a Cristo. No solo a su existencia, sino prácticamente todas sus enseñanzas son la base de esta religión, que como todas, no puede desprenderse del interés particular de grupos y hasta naciones.

Lo que ese hijo de carpintero —nacido en Belén, criado en su primera infancia en el norte de África y ubicado en una familia residente de Nazaret— enseñaba, respondía a los anhelos humanos, pero molestaba en exceso a gobernantes imperiales y líderes religiosos insensibles a la explotación, la miseria, la violencia y hasta la vanidad por ellos practicada apoyados en rudimentarias, pero no por ello ineficaces, formas de propaganda. Por eso los fariseos[1] reclamaban a sus discípulos, los gritos de aquella multitud que con ramas de árboles en la mano y mantos puestos en el suelo, glorificaban al “rey que viene en nombre del Señor”, reclamando paz y gloria en el cielo y la tierra, como tres décadas antes lo habían expresado los ángeles por su nacimiento.

Pero aquella entrada triunfal no fue para engolosinarse con los vítores de quienes sufrían carencia de agua, ni los obligados a practicar un comercio clandestino debido a que el redituable estaba monopolizado en manos que operaban en bancas estratégicamente situadas en el mismo templo. Por supuesto era evidente la lealtad de mujeres reivindicadas por quien les defendió de la muerte lapidaria, reclamando “quien esté libre de culpa que lance la primera piedra”. Su prédica recordaba a quien desde la creación les reconoció derechos humanos, limitados según consta en la historia humana, por normas absurdas encubiertas hasta hoy por diversas religiones. Era de esperarse, que aun los ajenos se unieran al festejo, como resultado del testimonio de no discriminación que diera esa samaritana con la que habló en el pozo pidiéndole agua. Y ahí estaban también los enfermos sanados, los miles de escuchas de sus enseñanzas, los que comieron panes y peces multiplicados y por supuesto los que aprendieron a pescar, dejando de lado el miedo para empezar a confiar.

Entonces no había ONU, ni días internacionales por el agua, la protección al planeta, las buenas intenciones para detener el cambio climático o las condenas a la discriminación; lo que sí prevalecía era la falta de entendimiento, como si Babel nunca hubiera terminado. La herencia de la mala semilla se manifestaba en la envidia llevada al extremo por aquellos investidos del liderazgo que les daban leyes distorsionadas por la mente humana. ¿Cómo era que este ser sencillo permitía alabanzas que no fueran dirigidos a quien ostentaba el poder? ¿Sería capaz ese Jesús de Nazaret de imaginar el desequilibrio de fuerzas si se daba trato de iguales a los saduceos? La oferta de salvación[2] por gracia a todas las naciones, ¿Incluía a los grupos politeístas de India, los henoteístas de Egipto, los dualistas, panteístas, —tan en boga hoy como el budismo tibetano, la yoga y otras tantas que niegan ser religiones— y también a los 400 hijos de la Coatlicue que aún no habían nacido, al igual que los seguidores del bahaísmo, el majaiana o el theravada? Imposible entenderlo al margen del estudio y la reflexión honesta, pero lo cierto es que a veces se antoja la repetición de una conducta enérgica y de la mano de la honestidad, con la autoridad suficiente para reprender a los comerciantes de todo.

Hoy los días de recogimiento y oración acerca del sacrificio de Cristo es usado por millones de cristianos para vacacionar o enriquecerse con las vacaciones. Los seguidores de Alá, se enfrascan en guerras —jijad— irracionales, los locales para la práctica de la yoga y el budismo dejan pingües ganancias y, en el nombre de Dios, miles de líderes pseudo religiosos, esquilman, conducen al suicidio o abusan de menores y mujeres.

Con honestidad, espero que en esta semana seas parte de los muchos dispuestos a hacer lo necesario para que tu descendencia herede un mundo donde: se alimente con justicia y más allá de la demagogia a los que tienen hambre; se vista con amor a los desnudos; se sacie la sed de todos y no se reserve el agua solo para quienes la industrializan; un planeta en el cual no haya necesidad de visitar enfermos pues todos estarán sanos y conviviendo en armonía. Un mundo donde las cárceles se vacíen y las aulas estén repletas, una aldea global sin armas, sin guerras, sin extremos sociales que nos lleven a los horrores que estamos presenciando.

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[1] Significa separados. Grupo dominante entre los judíos de inicio de la era cristina. Diversos de los Saduceos y los Essenses. Distinguidos por su extremo cuidado de la piedad externa, aunque con facilidad alejados de la justicia, la misericordia y la humildad.

[2] “También te di por Luz de la Naciones para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra… y desnudó su santo brazo ante los ojos de todas la Naciones y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” Isaías 49:6 y 52:10.