El Laberinto

Del humor a la vergüenza

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Una de las formas más eficaces de conocer la vergüenza es el humor solitario pero a la vez público, como enseñarle a alguien aquello que te parece más gracioso para encontrarte con una cara de “¿Qué le pasa a este idiota?”. O peor aún no poder contener la risa en una situación donde se supone que no debería existir, como en un velorio, por ejemplo.

Hay pocas cosas que unan más a la personas que la risa. Un comentario oportuno puede ser el inicio de una bella amistad o por lo menos ese rompehielos que amenizará la fila del banco o un viaje junto a un total desconocido, pero si al hacerlo hiere susceptibilidades o creencias ajenas, acaba de ganarse un boleto sin escalas al “fuera de lugar”.

El humor es un juicio elaborado sobre la realidad que resalta su lado ridículo, cómico o risueño. Partiendo de esta definición, reír con alguien implica que de inicio comparten la misma realidad de la que nacerá el chiste, pero además que tienen la misma idea de lo que es ridículo, o absurdo o cómico, en fin que el humor necesita un tiempo y un espacio y una serie de referentes en común más un largo y tortuoso etcétera… en fin: que hacer reír no es una cosa tan sencilla.

Hace poco me puse a ver videos de “Los Polivoces”, que son un referente del humor mexicano, el lenguaje me parecía ñoño y las parodias a hechos o personas vigentes en los setenta me pasaron absolutamente de noche. No es que ellos hayan sido malos comediantes y que todos los mayores de cuarenta años estén equivocados, sino que yo no soy su público. Esto me hizo pensar si libros escritos en otro tiempo y espacio no tendrán intenciones cómicas incomprensibles para nosotros, a lo mejor Otelo era un compendio de chistes.

Solo me queda recomendarle que si encuentra a alguien que se ría de lo mismo que usted, cásese, téngalo como amigo, contrátelo o lo que se suponga que tenga que hacer en el mejor de los casos con él, porque esa persona comparte con usted mucho más de lo que se imagina.