El río de las letras

Entrar al río

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Se enamoró de él como se enamoran las mujeres inteligentes… como una imbécil.

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Una guerra es una lucha a favor de un ideal por el cual se destruyen incluso países enteros. Al final aunque digan que alguien ha ganado, en realidad todos perdieron, sin embargo las guerras continúan porque los ideales humanos nunca desaparecerán y porque aunque estén totalmente equivocados, para ellos vale la pena morir por eso. Con el amor es casi igual. Las personas luchan a veces en contra hasta de ellas mismas para defender un ideal visto en novelas o leído en libros, ese es el motivo por el cual existe el noviazgo, porque la gente que desea enamorarse abunda. Me perturba un poco que después de todo la guerra y el amor sean lo mismo. La frase “haz el amor y no la guerra” ya no tiene sentido, en cualquier caso hemos perdido la lucha contra nosotros y contra los demás.

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Esta es la mejor manera de despedirnos, con estas palabras mudas sin testigos y sin llantos, sin dramas ni argumentos inútiles, sin miradas vacías o silencios incómodos. Se terminó y no fue en un día, se terminó poco a poco, se consumió como una vela, irónicamente apagada a causa del mismo fuego y ahora nos hemos quedado en una obscuridad donde caminamos a ciegas y ya no nos encontramos el uno al otro. Me gustaría pensar que todavía buscamos en lo profundo de la noche nuestras manos para estrecharlas por un momento y sentir al roce de tus labios que todo estará bien de nuevo; pero esta noche no hay luna ni estrellas y en el reloj ya no hay minutos, solo tengo esta carta donde te pido “vete” y al mismo tiempo digo “no te vayas”.

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Me senté en la orilla del río a esperar. Y esperé, años, meses, días, horas, vidas. Esperé tanto sentada junto al río para encontrar algo y al final no supe qué esperaba o con cuál propósito. Entonces me levanté de la orilla y entré al río.

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Tengo un novio imaginario.