El Laberinto

La bofetada

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(Foto: Especial)

El futbol despierta verdaderas pasiones, en todos los sentidos posibles y el punto de partida para que estas existan sean cuales sean se basa en la representación: los que se emocionan con los partidos ganados (o empatados) se sienten portadores de dichas victorias, los que se sublevan contra ella sienten que podría ser mejor el papel que se hace o se lamentan de que no juguemos como Holanda y los que odian al mundial por toda la parafernalia que conlleva se sienten agredidos por el tercer y más pesado tipo de representados, los lucrativos.

El primer representado es para mí digno de respeto, apoyar desinteresadamente a un equipo aún siendo poblador del país por el que juega es un acto valeroso que implica soportar burlas, dudas, pasar angustias y procurar estar al tanto de las novedades que podrían afectar su desempeño, sin esperar nada a cambio más que verlos ganar o de menos perder con honor.

El segundo tipo de representado le pone igual o tal vez más interés a los movimientos del equipo y se compadece de los que lo apoyan con fe, podemos encontrarlo diciendo que hay cosas más importantes que los partidos o que no tenemos oportunidad sobre equipos grandes, ellos esperan las derrotas para que les den la razón. Aunque esté malintencionado en realidad tampoco lucran con esto.

El tercer tipo de representado son los patrocinadores y los patrocinados, los primeros que buscan vender algún producto a través de la imagen del equipo y los segundos son los comentaristas y personas mediáticas que apoyan porque es su trabajo y que buscan que la mayor cantidad de gente siga a la selección para que compre los productos y sintonice los canales. Su efecto con el resto de las personas puede ser inflar las esperanzas para los que creen, dar argumentos de burla para los que no y cansar a los indiferentes

En el siglo XIX había agencias especializadas en enviar gente pagada a los teatros para que aplaudieran, lloraran, rieran o señalaran a los demás espectadores las mejores partes de las obras y su nombre colectivo era la claqué palabra que curiosamente significa “bofetada”.

“Bofetada” es una buena palabra para describir la lluvia de comerciales, anuncios espectaculares y productos que tienen la cara de la selección, también sirve perfectamente para nombrar las cinco horas de programación extra que genera un partido de noventa minutos. Y es que me temo que por más que nos pueda gustar o no el futbol, todos acabaremos con las mejillas bastante adoloridas.