El Laberinto

¿A dónde tan solita?

Compartir

Nadie sabe para quién trabaja, pensamos muchas mujeres cuando después de pasar horas (o minutos, que algunas son muy hábiles) poniéndonos presentables un desconocido nos dice en la calle: “Mi reina, ¿a dónde tan solita?”.

Hay piropos de muchos tipos, están los empalagosos que buscan resaltar la belleza de la piropeada, los fantasiosos que insinúan lo que ellos harían si obtuviesen los favores amorosos de ésta o aquellos surrealistas que plantean la transformación hipotética del piropeador casi siempre en un juego alburero o buscando una proximidad física con el objeto del deseo; pero ¿para quién son en realidad los piropos?

La respuesta más sencilla seria pensar que son para las muchachas guapas pero yo nunca he visto que alguna se regrese pensando: “este individuo me dijo morenaza color de llanta, aquí está tu rin cromado, seguro es un partidazo, le voy a invitar un café”. En realidad lo que normalmente recibe un hombre que suelta una frase de este tipo es rechazo femenino pero aprobación de sus compañeros.

Ahí está el meollo del asunto, los piropos son para los otros hombres aunque con esto no quiero decir que le dirán a su amigo “¿Quién fuera conejo para estar en tus brazos?”. Si no que sirven para confirmar la heterosexualidad, el arrojo y el buen gusto y por lo tanto gana prestigio entre los colegas o amigos, un halago con otro propósito seria dicho de manera más frontal y en lo posible más privada.

Dejando de lado toda la carga machista donde se cree que todas las acciones femeninas giran al alrededor de ellos y que les das derecho a decirte algo por el simple hecho de salir vestida como te sientes bien, a los hombres les impone un estereotipo de belleza femenina que debe gustarles, lo cual se puede traducir en acabar por elegir mujeres a gusto de sus amigos o atenerse a las burlas que genere salirse del parámetro. Como pensaba al inicio del segmento, nadie sabe para quién trabaja.