El Laberinto

El amor a los objetos

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(Foto: Especial)

Existe una diferencia fundamental entre amar los objetos porque crees que te hacen ser, al modo de un mercado aspiracional con el cual eres un tipo de persona u otro dependiendo de para qué te alcance al comprar y el amar a los objetos por lo que son y por la relación que tienen contigo.

En sus Odas elementales (1954) y particularmente en su “Oda a las cosas” Pablo Neruda nos habla del amor que le inspiran los objetos cotidianos, simples, útiles por el hecho de ser parte de su vida y reflejo del trabajo o de la anterior posesión de otros hombres anónimos o conocidos, el poeta, el premio Nobel, el cantor a la belleza pone a nivel de piso su poesía y la expande hacia lo común, como un Adán moderno nombrando para dar existencia.

Yo tal vez no había entendido ese tipo de relación por vivir sumergida en un mundo donde las cosas solo se compran, se usan, se descomponen, se tiran y se reemplazan en una lógica consumista de desapego donde el único malestar que me causaba esto era el hecho de tener que readaptarme a un nuevo objeto al deshacerme de otro, hasta que mi prima me trajo un mate.

Buscando información sobre cómo utilizar apropiadamente mi regalo descubrí que este objeto en particular causaba entre sus usuarios un afecto especial, pues por ser hecho de una calabaza su forma y su tamaño son únicos, igual que la forma en que éste se carga de yerba o se equilibra sobre la mesa, que tomar de tu calabaza no es igual a tomar de ninguna otra, que requiere montones de cuidados para que no se humedezca o se impregne de sabores extraños o se llene de maliciosos hongos, al contrario de abrir una botella y servirse en un vaso cualquiera, todo el mundo del mate requiere de una serie de conocimientos y precauciones que lo hacen complicado pero especial.

Creo que existe una fuerte conexión en la forma en la que valoramos a la cosas y a las personas, y el tipo de relación que establecemos con las segundas puede ser del tipo de usar y tirar o del de comprender, significar y reparar.

Una relación de las buenas es como tomar mate o fumar pipa o encariñarse con las pantuflas cómodas, es conocer la naturaleza de la persona y aprender a convivir con ella de forma especial, sin transformarla y sin tirarla a la basura.