Entre caminantes te veas

«Mary» de Mariposa

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Andrea hace mucho que olvidó que cuando era niña su madre le decía Andy. En su existencia adulta es conocida como “La Mary”. Eligió ese nombre por mariposa, el símbolo de la transformación. Sin embargo, no poseía grandes y hermosas alas multicolor. Las suyas eran negras, pequeñas y estaban rotas.

Pertenecía al tipo de gente que la sociedad considera escoria por ser lo más bajo e indeseable: una prostituta. Mercancía que tiene precio, carne que entibia otras carnes y que llena huecos ajenos aunque los suyos sean profundos e imposibles de llenar.

Era algo así como arte-objeto. Arte, porque sabía disfrazar de color una existencia gris y sin sentido, porque conseguía transmitir emoción cuando su interior no era más que un témpano helado que hace mucho tiempo olvidó lo que era sentir… sentir de veras. Objeto, porque valía por la utilidad de su cuerpo, porque era usada y desechada al segundo, porque una vez que la consumían terminaba olvidada.

Mientras caminaba por las calles estrechas e iluminadas por esos faroles teatrales que decoraban el escenario de las hipocresías diarias sentía las miradas encima de ella traspasando cuerpo y alma. Las de mujeres, llenas de odio y rencor. Las de los hombres de suciedad y deseo.

“La Mary” daba un paso tras otro construyendo una marcha lenta, estudiada y sensual. El cabello rojo y falso de la peluca parecía tener movimiento propio al andar. La mirada triste y vacía se escondía detrás de los lentes oscuros de diseñador. Los labios carmín perfectamente delineados no perdían su forma jamás, porque ninguna sonrisa era esbozada. Su cuerpo había estado bajo las manos de grandes políticos, de empleados comunes, de hombres con máscara, de esposos intachables. Ella sabía las bajezas de cada uno de ellos, conocía la parte sombría de aquellas vidas y sin embargo callaba. Tan solo caminaba y esperaba a que llegara un nuevo cliente que la tomara del brazo para iniciar una nueva actuación.

Seguramente camino al hotel se preguntaría como siempre: ¿Por qué solo ella debía vivir en medio del desprecio? No era la única que mentía, actuaba y fingía. Muchas mariposas volaban en la sociedad, mas no todas eran negras y tenían el alma rota, la mayoría poseían una apariencia hermosa aunque al final de cuentas todas llevaban escondida esa oruga capaz de cualquier cosa. “La Mary” lo sabía muy bien, conocía casi a todos. Podía asegurar, sin temor a equivocarse, que no había un solo hombre o mujer sobre la tierra por cuyas venas no corriera, en mayor o menor medida, la sangre y esencia de la Magdalena.