El Laberinto

Saber perder

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DISPAROLa esencia de las competencias está ahí, en encontrar al mejor, no importa si es una partida de dominó o la copa del mundo, todos participan para ganar y ser reconocidos por los demás; pero por cada ganador existe una larga fila de perdedores y, seamos sinceros, a nadie le gusta perder.

Partiendo de este supuesto, hay una escala de dolor dentro de las derrotas, no todas son iguales ni se viven de la misma forma, no es lo mismo perder un duelo parejo que ser humillado; perder por un error propio a que te ganen con un acierto; quedarse muy cerca o muy lejos de la meta; que sea justo o que sea un robo; que haya implicado una gran preparación o que sea algo casual, que pase en público o en privado, lo que sí aplica para todos es que si aparece el mal perdedor todo solo puede empeorar.

Porque a la mala sensación de perder entonces tenemos que agregarle el exhibir ante los espectadores y ante los oponentes la falta de control y de madurez, quedar como un “ardido,” provocar destrozos, lastimarse uno mismo o a los demás  y arruinar toda posibilidad de reivindicación, sobre todo en los casos en los que la derrota sí fue injustificada y podía quedar algún remedio.

Es cierto que hay malos ganadores, de esos que se burlan de sus oponentes y que los sacan de quicio, en cuyo caso es tal vez entendible que brote el mal perdedor del otro lado, aunque no noten que minimizar al derrotado le quita mérito a la victoria, pues la hace parecer fácil, también se necesita aprender a ganar.

De perder, tomado con calma, se puede aprender mucho, podemos ver nuestros alcances y los de los que compiten con nosotros, nuestras fallas y conocer a los que tenemos alrededor, ya que  la victoria atrae a muchos falsos amigos pero pocos están dispuestos a estar cerca de un derrotado. Tal vez la esencia de las competencias sea esa: conocer y aprender y el ganador es tal solo un efecto colateral.