Ecos de Mi Onda

A medio siglo de “(I Can´t Get No) Satisfaction”

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Lo que espero es cantar lo que pienso y quizás evocar algo en los demás.

No me insultes diciendo que mis canciones tienen mensajes, sólo son conversaciones conmigo mismo.

Bob Dylan

Satisfaction Foto EspecialSam Phillips, director de Sun Records, afanoso buscaba un cantante blanco que lograra comunicar el sentimiento de la música negra, a fin de divulgarla a un público más numeroso y hacer el negocio de su vida. Cuando escuchó a Elvis Presley tuvo la impresión de encontrarlo. Preparó una sesión de grabación que resultaba desalentadora, con un Elvis acartonado tratando de acoplarse a sus acompañantes. Se cuenta que a punto de claudicar, Elvis tomó su guitarra y contoneándose por el espacio disponible empezó a cantar…

Well, that´s all right mama / That´s all right with you / That´s all right now mama / just anyway you do…

Con el fenómeno audiovisual desatado, los acompañantes, guitarrista y bajista, excitados tomaron sus instrumentos y trataron de seguirlo. ¡Para que la magia apareciera era necesario que el grupo se acoplara a Elvis!

Phillips encontró a su cantante, pero no imaginó que explotaba el cambio inspirador de una nueva época, en la que la juventud de toda una generación se unificaba no sólo en torno al rock and roll, sino a toda una forma de vida. Las letras de las canciones eran sencillas y divertidas, pero su atrevimiento contravenía los temas románticos y convencionales de la música de los papás, al punto que a algunos les resultaba intolerable, transgresora y violenta, a la manera de Marlon Brando y James Dean en Salvaje y Rebelde sin causa.

En México, la moda del Rock and Roll empezó a trascender a finales de los cincuenta y es interesante que no ocurrió con las grabaciones originales estadounidenses, sino con covers de canciones exitosas traducidas al español, e interpretadas por grupos mexicanos juveniles. El tono de esa época se puede representar por la canción Aviéntense todos, del grupo pionero Los Locos del Ritmo, quienes con un estilo rocanrolero impecable y una coreografía de envidia entonaban:

Voy a decirles una cosa que no puedo ya por más callar. Es imposible que la gente quiera que no cante rock and roll, y aunque digan los vetarros música infernal, pa’ mi es un dulce canto que me hace soñar ¡Hey! aviéntense todos. No debe haber un solo cuate, que se quede ahorita sin bailar. Les mostraremos a los viejos que amargados toditos están…

Los productores de las disqueras advirtieron el filón de oro soñado por Sam Phillips y se adueñaron de la situación. En pleno auge de popularidad, Presley tuvo que enlistarse en el ejército norteamericano para hacer su servicio militar, siendo asignado a una sede en Alemania. El período de ausencia de 1958 a 1960, fue bien aprovechado por la industria disquera para multiplicar prospectos de ídolos juveniles, envolviendo al rock and roll en la capa edulcorante de baladas, muchas veces insulsas, interpretadas por cantantes de cara bonita, con arreglos corales convenientes para disimular las deficiencias vocales. Así surgieron estrellas transitorias como Ricky Nelson, Fabian, Frankie Avalon, entre muchos otros, entre los cuales se tuvo que reinsertar Elvis a su retorno musical en 1960, y si bien consolidó su posición de rey, ya nada fue como antes. Ciertamente, el rock and roll no podía sustraerse de los intereses comerciales, apoyados por su aplastante aparato mercadotécnico estableciendo línea. Aun así surgían nuevas voces críticas y reflexivas que llevarían a la nueva música por senderos no transitados.

En enero de 1965, Lyndon B. Johnson inició su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos y ya para marzo desembarcaban en la base aérea de Da Nang, en Vietnam, un contingente de tres mil quinientos marines para defender al mundo libre del demonio comunista en plena guerra fría. En México fungía como presidente, desde un año antes, Gustavo Díaz Ordaz y a pesar de su política de desarrollo estabilizador, en realidad crecía la inconformidad social que desembocaría en la Noche de Tlatelolco de 1968.

En algo más amable, ese año se estrenaron varias películas notables, asociadas a bandas sonoras trascendentales. En El Dr. Zhivago, la historia de amor de Yuri y Lara era enmarcada magistralmente por las composiciones de Maurice Jarre, por las que ganó el Oscar como mejor banda sonora; What´s now Pussycat? con música de Burt Bacharach; The Sandpiper, con Richard Burton y Liz Taylor, se llevó el Oscar a la mejor canción, The Shadow of Your Smile. En México se estrenaron películas interesantes, destacando Simón del Desierto, del surrealista Luis Buñuel, y ¡Viva María! en la que Brigitte Bardot y Jeanne Moreau pasearon su hermosa y seductora presencia por la ciudad de Guanajuato, en una historia anodina.

Pero me interesa comentar sobre la película Help!, que básicamente era la promoción del álbum de The Beatles del mismo nombre, con una historia de pretexto en la que el sagrado anillo de la diosa Kali caía circunstancialmente en poder de Ringo, quien es perseguido junto con sus compinches Beatles para sacrificarlo a la diosa sanguinaria. Pero del álbum se desprende una canción sobresaliente, en la que Lennon desnuda honestamente su alma para mostrar vulnerabilidad ante las presiones de la vida:

When I was younger, so much younger than today / I never needed anybody’s help in any way / But now these days are gone I’m not so self-assured / Now I find I’ve changed my mind and opened up the doors…

Así, ya no sólo se tenía a la flaca, la coqueta, el chico solitario y despechado, el baile como prioridad aún en confinación carcelaria; el rock and roll alcanzaba mayoría de edad y se convertía también en un vehículo de ideas, de conversaciones personales, de sentimientos y pensamientos profundos y reflexivos.

Dylan para entonces ya era maestro de la lírica, pero en 1965 graba una de sus canciones más emblemáticas, Like a Rolling Stone, en la que con un golpe de batería inicia la historia de Miss Lonely, joven altiva, orgullosa de moverse en los círculos de la élite social, haciendo de su juventud y belleza el argumento de permanencia. Sin la solidez suficiente para mantenerse en ese mundo inestable, los embates de la vida la llevan a perder todo en una caída brutal que jamás habría imaginado. Dylan critica y alerta sobre el mundo cínico y vacío de la sociedad burguesa, que desde lo alto se digna algunas veces mirar hacia abajo para arrojar algunas monedas. Un mundo alejado de la espiritualidad y embobado con las latas de verduras como arte de consumo.

How does it feel / How does it feel / To be on your own / With no direction home / Like a complete unknown / Like a rolling stone…

Sin embargo (I Can’t Get No) Satisfaction, sencillo de los Rolling Stones, grabado también en 1965, hace medio siglo, es la canción que mejor describe la atmósfera de aquellos tiempos, con una juventud ilusionada, tratando de realizarse plenamente en la vida, pero bajo las condiciones adversas de un sistema que ejercía una presión agobiante para conducirla por los caminos del consumo. Sí, una sociedad capitalista normalizando por niveles, que así como vende coches y chocolates, también ofrece vocaciones, gustos y placeres, ropa e ideas, teniendo como nuevo aliado las pantallas de televisión en blanco y negro que repiten y repiten los estribillos de la publicidad enajenante.

El riff de Richards corta como un zumbido el aire, Watts aporrea los tambores y Wymann las cuerdas de su bajo, suavizados por el ritmo de la pandereta, como preámbulo a la entrada de Jagger y los acordes de la guitarra de acompañamiento de Brian Jones…

I can’t get no satisfaction / I can’t get no satisfaction / ‘cause I try and I try and I try and I try / I can’t get no, I can’t get no / Oh no, no, no…

Cada quien tiene la medida de satisfacción, o de insatisfacción que le produce sufrimiento, esa sensación de no obtener algo que se desea vehementemente. Pero ¿qué se desea? ¿Qué es eso que no se puede obtener y que causa infelicidad? La canción critica un estado situacional en el que la humanidad es sometida a la intensa competencia de tener, no sólo lo necesario para vivir dignamente, sino de tener más que los demás, en cantidad y en calidad. Pero no únicamente de cosas, sino también de posición y poder, a costa de pasar sin escrúpulos por encima de los demás. Gran parte de los seres humanos se vuelcan hacia esa forma de vida, que se puede describir como propicia a la enajenación, que paradójicamente exalta las libertades individuales, pero etiqueta hasta las prendas íntimas. Los seres son libres de consumir lo que el sistema ofrece, pero el que se resiste queda fuera.

Después de medio siglo, los jóvenes de aquella época somos los vetarros contemporáneos. Sin embargo, hoy más que nunca se aprecia la insatisfacción del ser humano, cada quien debe tener el mínimo de bienes y servicios sin los cuales, aparentemente, se es difícil sobrevivir: tarjetas de crédito, autos, iPods, televisores de alta definición. Pero además hay que cambiarlas de manera permanente para no quedar fuera de los avances de la tecnología. La irritación social es creciente cuando los individuos no logran el ingreso suficiente para incluirse en el sistema. No obstante, para ambos casos la insatisfacción está presente y si de pronto hay momentos de depresión, no importa, el mercado ofrece un poco de estimulantes para olvidar las frustraciones.

Así, actualmente la vida exige tener recursos, puesto que si ya no nos gusta el auto, se cambia, si ya no gusta el peinado, el color de piel, de ojos, la religión, el partido político, la ropa, la pareja, la nariz, la cara, el trasero, la mente misma y hasta el sexo… pues se cambia. Sólo hay que tener los recursos para llevarlo a cabo, o en su caso evadirse. ¿Qué ha pasado con el espíritu y el alma? Parecen ser sólo conceptos que se van olvidando. No, I can´t get no, satisfaction.