Ecos de Mi Onda

De lo previo a Woodstock y lo que siguió

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If you’re going to San Francisco

be sure to wear some flowers in your hair 

 If you’re going to San Francisco

summertime will be a love-in there…

John Phillips, Scott McKenzie

Jimmy Hendrix en Woodstock (Foto: Especial)
Jimmy Hendrix en Woodstock (Foto: Especial)

En la década de los cincuenta, la generación beat, que incluía personajes destacados como Jack Kerouac, William Burroughs, Allen Ginsberg, Neal Cassady, entre muchos otros, mostraba abiertamente su desencanto dentro de una sociedad estadounidense que vivía, por una parte, un nivel de bienestar y progreso económico sin precedentes, y por otra un estado creciente de alienación por el impacto keynesiano de producción y consumo, además de una doble moral en términos de libertad y democracia, ya evidenciados por hechos previos como la prohibición constitucional de la venta de bebidas alcohólica entre 1920 y 1933; el período del macarthismo, en la primera mitad de la década de los 50, que condenaba como traición a la patria la mínima sospecha de simpatía socialista, calificada de inmediato por el ojo visor como comunista; y el aumento gradual del espíritu militar bélico expansionista, impulsado por la sed insaciable de mercados para beneficio del aparato industrial de producción de armas.

De esta forma, el poeta Lawrence Ferlinghetti, expresaba con pesimismo beat:

Oh el mundo es un lugar hermoso / para nacer / si a Usted no le importa / unas pocas mentes paralíticas / en los puestos más altos / o una bomba o dos / de vez en cuando / sobre su cara mirando hacia arriba / o algunos otros inconvenientes / de los que nuestra sociedad de Marca Nueva / es víctima / con sus hombres de distinción…

El movimiento beat levantó también la bandera de la libertad sexual y del consumo de drogas, como medio para auto-explorar la conciencia, y al diluirse éste, pasó la estafeta al nuevo movimiento hippie, que cocinaba un caldo sincrético de contracultura, que incluía ingredientes beats aderezados con el optimismo de la nueva era, la Era del Acuario, en la que todo cambiaría para bien de la humanidad. La moda cambió, del jazz se saltó al rock y al pop, con nuevos iconos como The Beatles, Rolling Stones y Bob Dylan. All you need is love resultó un himno y los jóvenes tenían el valor pacifista de colocar una flor en la boca de un fusil cargado. Pero se aspiraba a cambios fundamentales en las formas de vida, la familia, la convivencia interracial, la propiedad común, el estado de paz y el respeto por la naturaleza.

Sin embargo, la ilusión hippie no advertía lo que sí observó Kenneth Rexroth, jefe beat, sobre la astucia del sistema para capitalizar el estereotipo transgresor inconforme, siempre atractivo para la juventud, y ofrecerlo como producto de consumo de marca en literatura, música, moda, cine, teatro y muchas otras expresiones.

El año de 1967 puede considerarse trascendental para la comunidad hippie y para todos aquellos que deseaban compartir momentos de amor y paz, en el seno de una sociedad norteamericana en serios conflictos de orden militar, racial, ideológica y cultural. En el transcurso del año tuvieron lugar tres eventos extraordinarios que convocaban a rechazar el sistema establecido, mediante un proceso juvenil contestatario y discordante, que se oponía enérgicamente a la intervención militar en Vietnam, a los procesos enajenantes de producción y consumo, a la contaminación de la naturaleza, a la discriminación racial y a la represión sexual, rompiendo con lo que consideraban normas caducas de conducta, para establecer un modelo alternativo de cultura, tanto en las artes, como en modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores y creencias.

Los tres eventos se llevaron a cabo en California, los dos primeros en San Francisco: El Human Be-In, realizado en el Golden Gate Park en el mes de enero, con un cartel alusivo que invitaba a escuchar, además de las bandas notables de San Francisco, como Santana y Steve Miller, también a escritores, poetas, psicólogos, filósofos, voceros de la contracultura, como Timothy Leary, Richard Albert, Jerry Rubin y Allen Ginsberg, con sus arengas fervientes por el despertar de la conciencia, inducido por el efecto de las drogas psicodélicas, que se distribuyeron copiosamente entre una feligresía calculada en alrededor de veinte mil chicos de las flores.

Fue tal el impacto del Human Be-In, que a los pocos meses tuvo lugar el llamado Verano del Amor, que congregó cerca de 100 mil personas en el barrio de Haight-Ashbury, ansiosas de escuchar a Jefferson Airplane, Grateful Dead, Joan Baez, Janis Joplin. No faltó, por supuesto, el vicario Timothy Leary distribuyendo LSD y marihuana como maná caído del cielo.

El tercer evento fue el Monterey International Pop Music Festival, efectuado del 16 al 18 de junio de 1967, precisamente en Monterey, California, con un programa impresionante, que incluyó a Ravi Shankar y su extensa sesión de música hindú, y la participación de más de treinta destacadísimos músicos de rock y pop, como The Animals, Simon and Garfunkel, Canned Heat, The Byrds, Ottis Reading, Big Brother and the Holding Company, Grateful Dead, The Who y Jimi Hendrix, por mencionar algunos. Hendrix tocó después de The Who al perder en un volado, ninguno quería salir después del otro por temor de verse superados. No obstante, la actuación de Hendrix fue impactante, en la que excitado, finalizó prendiéndole fuego a su guitarra y gestando un mito órfico. Nuevamente el LSD y la marihuana circularon tanto como la coca cola y los hot-dogs.

Todo esto preparó el terreno para el festival hippie más importante de todos los tiempos, el Woodstock Music and Art Fair (3 Days of Peace and Music), celebrado los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969. El disgusto por la guerra de Vietnam se había acrecentado y el movimiento hippie había ya permeado en gran medida entre los jóvenes estadounidenses, que compartían el gusto por el rock, la libertad sexual y las drogas. El festival congregó una multitud cercana al medio millón de personas, en su mayoría jóvenes veinteañeros, en un extenso terreno próximo al pueblo de Woodstock, estado de Nueva York. Para los organizadores fue una hazaña reunir a la crema y nata de los artistas del momento, como Ravi Shankar, Joan Baez, Santana, Canned Heat, Janis Joplin, Sly & The Family Stone, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, Ten Years After, The Band, Johnny Winter; Crosby, Stills, Nash & Young; Jimi Hendrix, y ¡uf!, es difícil dejar de mencionar a otros. Quienes no participaron están conscientes que perdieron la oportunidad de vivir un momento culminante de la historia de la música contemporánea.

La organización tuvo una logística que estimaba la asistencia de algo más de 50 mil personas. Todos los pronósticos fueron rebasados, pero a pesar de ello el festival corrió, considerando las condiciones, con relativamente pocos hechos lamentables, como el fallecimiento de tres personas, una por sobredosis de heroína, otra por apendicitis aguda y otra por accidente vehicular. El espíritu hippie hizo predominar un ambiente colectivo de amor y paz. Al parecer, el grupo organizador tuvo pérdidas económicas, de las que se recuperó posteriormente gracias al mundialmente exitoso documental Woodstock, dirigido por Michael Wadleigh, con un joven Martin Scorsese como asistente de producción.

El sueño hippie de amor y paz resultaba idílico, despertaba cierta simpatía nacional, en particular por la música y la moda, pero también por el valor de enfrentar a las autoridades por el caso de la guerra en el oriente, que ya resultaba agobiante por el número sin precedente de jóvenes soldados muertos en combate, lejos de su patria. A pesar de las multitudes reunidas en los grandes festivales, se consideraba que los jóvenes, con todo y el conocido consumo de drogas alucinantes, se comportaban dentro de los límites de la prudencia.

Pero… Dream is Over. Dos acontecimientos suscitados en 1969 empezaron a romper la magia del movimiento contracultural. El Altamont Speedway Free Festival, organizado por el grupo británico The Rolling Stones, quienes no asistieron al Festival de Woodstock y quisieron sacarse la espina, pero que cometieron varios errores fatales, siendo el más notorio, la contratación del grupo motociclista Hells Angels para hacerse cargo de la seguridad de la enorme multitud congregada. Todo se salió de control y los resultados de los actos de violencia fueron un homicidio y cuatro fallecimientos accidentales, contrariando el lema hippie de amor y paz. El segundo hecho fue mediáticamente mucho más impactante y surgió de una comuna californiana aparentemente hippie, dominada por Charles Manson, el torvo líder de La Familia, autor intelectual de la tortura y asesinatos sangrientos de Sharon Tate, esposa del cineasta Roman Polansky, embarazada de ocho meses, y de sus cuatro invitados, así como de los esposos LaBianca, en agosto de 1969. Nada es cien por ciento puro y la opinión pública asoció estos acontecimientos con el abuso en el consumo de drogas y las formas desordenadas del ambiente hippie.

Así, se empezó a desvanecer el idealismo de la respuesta contestataria a la cultura establecida, no sólo por los acontecimientos anteriores, sino también por la sagacidad del sistema para engullir los cambios y lograr para sus fines que en el fondo finalmente nada cambiara. Como expresó el poeta Ferlinghetti para el movimiento beatla contracultura ya no existe porque ha sido incorporada a la clase media y los medios masivos la han asimilado.

De cualquier forma, Woodstock simboliza la aspiración de trascender algunos rasgos dominantes que impone la cultura del sistema, que de cierta forma limitan la libertad del ser humano y afectan sus derechos, y el movimiento hippie nos ofreció, además de una colección de expresiones en todos los campos de las artes, un modelo de vida que respetaba a la naturaleza, susceptible de tamizar y replantear.

Los jóvenes de toda una época vestidos con brillantes ropas coloridas, conviviendo pacíficamente, pronto se pusieron el traje gris y se sumieron en la rutina del trabajo, se casaron en ceremonias convencionales y tuvieron hijos y nietos. Sólo quedó la nostalgia, heredada y activada, por el altísimo, consuetudinario y vigente consumo de drogas, en lo que sigue siendo el American Way of Life.

Estados Unidos es el mayor consumidor de drogas de todo tipo en el mundo, así como el principal productor y exportador de armas, tanto para los cárteles como para las policías, para los buenos y para los malos. La repercusión más inmediata de Woodstock en México se reflejó hasta 1971, en el Festival de Avándaro y los llamados jipitecas por Enrique Marroquín, tema ya muy revisado, pero que podría sería ser interesante presentar. Desde luego que otra resonancia remanente en el tiempo y en el espacio conduce a plantearnos la pregunta inquietante el día de hoy: ¿vale la pena tanta violencia y tanta muerte en México, por frenar el tránsito de drogas hacia la capital del consumo? Esos niveles de violencia no ocurren en el país vecino. La contracultura se nos exportó como anarquía.