Candil de la Calle

El nuevo capitán del barco

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

“Es romerista”, dicen unos.

“Es agripinista”, susurran otros.

Luis Felipe Guerrero Agripino inicia su periodo de cuatro años como Rector General de la Universidad de Guanajuato, luego de una de las más encarnizadas batallas internas que se haya dado en un proceso de elección desde que esto es posible en la máxima casa de estudios, donde hasta hace algunos años, los rectores eran impuestos por el gobernador en turno.

Dentro y fuera del ámbito de la colmena, las estrategias desplegadas por los dos candidatos y sus círculos pusieron en evidencia a tal grado una descomposición al interior de la comunidad universitaria —particularmente, aunque no único, en su ámbito administrativo—, que los costos todavía podrían alcanzar cobros posteriores a la instalación de las nuevas autoridades.

Guerrero Agripino hizo saber de sus aspiraciones desde varios años atrás, y en una primera batalla perdió ante José Manuel Cabrera Sixto. No cejó y ambos se volvieron a enfrentar en lo que de facto parecería una segunda vuelta. O en los hechos, un referéndum sobre el ejercicio de Cabrera en estos cuatro años, que no le fue favorecedor en absoluto.

El resultado exhibe también un serio desgaste en algunas áreas de la UG, que se vieron descaradamente utilizadas por funcionarios de las mismas como moneda de cambio y coto de poder, a favor de uno y otro, en distintas proporciones.

El hartazgo por tanto lodo tuvo consecuencias.

Es sabido entre los universitarios que la guerra sucia efectivamente demeritó la calidad de la competencia por la rectoría general. Pero es sabido también que el resultado ha despertado en la comunidad universitaria, un parteaguas y la expectativa de un cambio de rumbo al que le apuestan ante un esquema rebasado, la incapacidad de convocar a la unidad y a la cohesión en aras de los propósitos institucionales por parte de las autoridades del Alma Mater.

En los dos lados de la contienda que concluyó hay saldos qué revisar, deudas por cubrir, lealtades y traiciones, así como la posibilidad de diseccionar los hechos a toro pasado, asumir costos y reencauzar aquellos proyectos, estrategias (o personas) que hayan contribuido más al desastre o a la inquina que al éxito de ambos proyectos.

Porque es lo menos que se espera.

En sus primeros actos como rector general, Guerrero Agripino ha sugerido visos de ese romerismo a la espalda que se le ha señalado, no siempre para bien.

Reestructuración, incremento de la matrícula, ampliación de instalaciones, consultas a la comunidad universitaria para decisiones como la integración del plan institucional, mejoramiento del clima laboral imperante, revisión de la Ley orgánica, acercamiento real a la agenda social del estado y sus diversos sectores, son algunos de los anuncios que en unas cuantas hora ha formalizado el nuevo rector, y que ratificó el domingo 27 durante su toma de protesta, en la que mostró un poder de convocatoria que se desea como buen augurio de la sinergia esperada.

Lamentablemente, en la despedida, al interior del círculo del rector saliente no se mostró la altura debida. Así lo demostró el correo institucional enviado para anunciar la ceremonia de toma de protesta de su sucesor, en el que Cabrera Sixto inscribió todavía su nombre, pero omitió el de Guerrero Agripino.

Detalles que son forma. La forma es fondo.

Lecciones para el nuevo capitán del barco.