Histomagia

Guardianes etéricos

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(Foto: Archivo)
(Foto: Archivo)

Ver cada mañana el horizonte en Guanajuato, es toparse con el cúmulo de casas que son parte de su paisaje y que para muchos representan la calidez de las personas que habitan esta ciudad fundada sobre otra que es fantasma. Los caminos, calles y callejones están llenos de historias que van desde la vida en comunidad hasta los recuerdos más sobrenaturales de los que se tenga memoria. Relatos asombrosos son los que hacen que la vida en esta ciudad adquiera dimensiones extraordinarias.

Aquí es muy común que los ciudadanos tengan al santo de su devoción como el ser de luz que cuide de ellos y de sus familias, es la protección espiritual que desean tener y que ellos creen que los cuidan de estos espectros, fantasmas y también de los elementales como duendes y hadas.

Me cuenta una vecina del barrio de Pastita que en Guanajuato cada callejón tiene su guardián, que es generalmente algún ser etéreo, ya sea espíritu o alma de algún difunto —niño o adulto— un ángel o un ser descarnado que lo haya encontrado habitable para sus propósitos y que se comporta como el vigía de todo lo que ahí acontece. Estos guardianes se aparecen generalmente por las noches —también se les ha visto durante el día— y se esconden en forma de sombras, manchas que reptan en los muros de casas derruidas, abandonadas, solitarias, ya sea en el piso mismo del callejón o de plano algunos se arrastran lentamente y se meten a los altares, en esos pequeños nichos con profusión de flores, veladoras y fotografías de los devotos que dan fe de los favores y la protección recibida por sus santos, sin darse cuenta que los más beneficiados son estas almas en pena que absorben su buena energía. Ella me dice que hace unas noches, en plena luna de octubre, salió a regar sus plantas del balcón y, de repente, con la luz lunera observó una mancha en el piso del callejón, pensó que los muchachos del barrio habían hecho alguna fogata, pues se veía negra como de carbón, pensó en echarle agua para que se fuera remojando y, a la mañana siguiente, limpiarla en su totalidad. Cuál fue su sorpresa que esa mancha, en cuanto sintió el agua sobre sí, velozmente reptó hacia el muro de la casa de enfrente y ahí fue cuando ella vio que no sólo era una mancha, sino que era un ser que poco a poco se iba transformando en una silueta humana completa con brazos muy largos y con unos ojos y una boca de tamaño descomunal para su pequeño rostro. Horrorizada ella vio cómo lentamente el espectro subía de manera veloz hasta quedar frente a frente, cara a cara con ella. Fue entonces cuando ese ser de aliento fétido emitió una especie de grito ensordecido a la vez por una gutural voz que salía de lo más profundo de él, ella nunca supo bien a bien qué decía. Paralizada por el miedo, sólo atinó a pedir al Ser Supremo que retirara de su cara este aparecido salido de las mismas entrañas de la tierra. Cerró los ojos, en un instante volvió a abrirlos y se encontró completamente sola en el balcón. Lentamente se asomó hacia el callejón que ya estaba solitario y tranquilo.

Ahora ella siente que ese espectro no se ha ido de su casa, de hecho piensa que lo tiene entre sus cabellos largos y negros, pues cada noche siente cómo “algo” o “alguien” le acaricia el rostro cuando ya va a dormir. Ella vive sola, ya se acostumbró a él, tanto que no descarta que sea uno de los muchos guardianes de los que todos hablan y viven en el callejón. Desde ese día mejor riega sus plantas muy temprano por la mañana, piensa que es el remedio para ya no atraer a ningún otro a su casa, pues —dice—“con uno basta”.

Estar con personas que conocen y reconocen estos seres como parte de su vida cotidiana es en verdad una extraña experiencia, ¿te interesa? ven a vivirla en carne propia. Lee y anda Guanajuato.