Si las calles de Guanajuato fueran…

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(Foto: Archivo)
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Cuando pensamos en Guanajuato, a nuestra mente vienen muchas cosas por lo que es reconocido: sus museos, los callejones, su comida tradicional, lo pequeño y céntrico que es, etcétera.

Pero también cuando pensamos en Guanajuato, las imágenes que recorren en nuestra mente son sobre la arquitectura por la que es caracterizada la ciudad de las ranas.

Pensamos en el Mercado Hidalgo, la Alhóndiga de Granaditas, El Pípila, quizá hasta en el Panteón Santa Paula, el Teatro Juárez, sus iglesias emblemáticas y así podríamos seguir describiendo aquellas edificaciones por las que se caracteriza la capital.

Pero, ¿alguien ha pensado en su suelo? Han pensado ¿qué sería de Guanajuato si sus calles no fueran como las conocemos?

Sus suelos empedrados e irregulares, las subidas por callejones pesados y largas, los escalones de diferentes tamaños, hasta las banquetas para «celosos» donde una sola persona cabe, hace de Guanajuato lo que conocemos.

¿A caso no sería mejor si esto cambiara?

Imaginemos unas calles lisas y perfectas en todo el centro histórico, donde el caminar con tacones fuera algo que las mujeres disfrutáramos diario, por no preocuparnos por lastimarnos los pies.

Pensemos en unas banquetas perfectas e impecables, donde en vez de empedrado, el asfalto brillara de liso y pulcro, donde una bicicleta pudiera pasar sin tener que temblar durante todo su trayecto.

Seguramente seríamos más felices si no existieran los callejones, donde no hubiera escalones irregulares y cualquier coche cupiera por cualquier calle sin tener que andar jugando al zig zag.

Si tuviéramos calles donde no se encharcaran por las lluvias, nuestros zapatos, si hablaran, seguramente lo agradecerían, iríamos y vendríamos por todos lados corriendo y saltando sin preocuparnos por pisar los charcos.