El Laberinto

La suerte de la fea

Compartir

 

Fotograma de "Ballet mecanique" (Foto Especial)
Fotograma de «Ballet mecanique» (Foto Especial)

Pareciera que en este mundo la única falta imperdonable es ser feo. Antes que por las ideas, acciones, posturas o declaraciones a todas las personas se les juzga en primera instancia por su físico y los peores ataques y las defensas más inverosímiles tienen siempre como punto de partida la apariencia de los involucrados. Igualmente pareciera que una desgracia es mayor cuando le ocurre a alguien hermoso.

Seguramente detrás de este extraño culto por la belleza se encuentra la obligación impuesta con la que cargamos todos de ser bonitos durante nuestro ciclo de vida, los recién nacidos son observados para determinar qué rasgos tendrán, los eventos importantes siempre incluyen vestir para la ocasión, las oportunidades de conseguir trabajo, amigos, pareja o de ver el talento reconocido aumentan considerablemente si lucimos bien e incluso cuando alguien muere es maquillado para el velorio.

Para cumplir con estos parámetros vemos millones de productos, que rebasando por mucho a la higiene básica, se anuncian prometiendo embellecer el rostro, disminuir la edad aparente, blanquear la piel y los dientes, proveer al cabello de mayor brillo, adelgazar la figura, acabar con el vello o si no por lo menos disimular por un tiempo que no poseemos todas estas características perfectas.

No es raro entonces que, si todos sentimos esta presión, consideremos el sobresalir por la hermosura como un deber cumplido, que otorga ciertos privilegios como entrar sin trabas al bar de moda, recibir ayuda rápidamente en cualquier situación, ser atendidos primero, recibir trabajos para los que no están calificados o ser disculpados por acciones que llevadas a cabo por alguien más serian reprobables.

Haciendo honor a la verdad, sobresalir por bello también conlleva problemas, entre los que podemos contabilizar el acoso, las falsas amistades, la durísima competencia a la que se enfrentan, el hecho de que el resto de sus méritos siempre estén en entredicho por la sospecha de que solo lo consiguieron por su apariencia, además de ser una condición efímera y que implica enormes sacrificios. Tal vez de estos inconvenientes provenga el dicho “la suerte de la fea la bonita la desea”. Aunque considero que con estos parámetros todos terminamos perdiendo de algún modo.