¡Un Genísaro! AAAYYYYYY!

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Genísaro adulto, hembra preñada.  Familia Eremobatidae. Ex-Hda Santa Teresa, Guanajuato. (Foto: Mark Pointer,  agosto 8, 2013)
Genísaro adulto, hembra preñada. Familia Eremobatidae. Ex-Hda Santa Teresa, Guanajuato. (Foto: Mark Pointer, agosto 8, 2013)

La sola mención de la palabra “genísaro”, aquí en Guanajuato, es suficiente para causar miedo, pánico, horror y repugnancia. “¿Pero qué tanto fundamento tiene esta reacción?

Bueno, no solamente en Guanajuato, sino en este y otros países ocurre algo similar debido a creencias populares de que el bicho es muy peligroso y puede matar humanos con su mordida. Desgraciadamente, dondequiera que existen, los solífugos (grupo de arácnidos al que pertenece el genísaro) parecieran llevar consigo leyendas, supersticiones en las que se exagera su apariencia, tamaño, velocidad, agresividad, apetito, comportamiento y peligrosidad. Es fascinante la mitología que existe en México alrededor de este animalito, pero antes de profundizar en leyendas, vamos al aspecto científico. La realidad sobre estas interesantes criaturas es muy diferente al mito, y es lo que quiero transmitir en este artículo.

Los genísaros (o genízaros, solamente cuestión de ortografía) o más precisamente solífugos, son miembros de la clase Arachnida, una clase de artópodos (del orden Solifugae) que incluye arañas, alacranes, pseudoescorpiones, vinagrillos, amblipígidos, ácaros, garrapatas, opiliones y muchos otros no tan conocidos. Hasta el momento se han clasificado más de mil especies de estos formidables arácnidos que, a excepción de Australia y Madagascar, se encuentran distribuidos en las regiones tropicales y subtropicales del planeta. La mayor parte de solífugos habitan en regiones secas, áridas, desérticas, aunque hay especies que habitan en selvas tropicales o sus alrededores. De las doce familias de solífugos reconocidas hasta el momento por los aracnólogos, cuatro habitan en el nuevo mundo, y de ellas, dos están en Guanajuato: las familias Ammotrechidae y Eremobatidae. Algunos ejemplos son Ammotrecha sp., Familia Ammotrechidae, Eremobates aztecus y Eremocosta formidabilis, Familia Eremobatidae. Su cuerpo puede medir de 1 a 7 centímetros y normalmente está cubierto de pelos (sensilla) y terminales espinosas. A pesar del color de muchos solífugos es uniforme en tonos de amarillo, naranja, bronce o café, hay especies que tienen patrones lineales en el cuerpo. Como ocurre con otros arácnidos, el cuerpo de los solífugos se divide en dos partes, el prosoma (cefalotórax, en donde están las mandíbulas, los pedipalpos y las patas), y el abdomen (opistosoma) que está segmentado. A los solífugos se les reconoce inmediatamente porque tienen al frente un par de enormes extremidades en forma de pinzas que se llaman quelíceros. Esta es su característica más impactante visualmente. Los solífugos utilizan los quelíceros para cazar, pelear, defenderse y tienen una función importante durante los rituales de cortejo y apareamiento. A los lados de las mandíbulas tienen unas estructuras que parecen patas, se llaman pedipalpos y tienen una función sensorial. Los pedipalpos se mueven a la par que el animal y se utilizan durante la alimentación. Tras los pedipalpos los solífugos tienen cuatro pares de patas, el primer par se utiliza en gran parte como órgano táctil. Otros interesantes órganos de estos bichitos se encuentran en la superficie ventral, se les conoce como malleoli y tienen forma de abanico. Se les llama también órganos de raqueta y se supone que los utilizan como sensores, pero todavía no se conoce su función en su totalidad.

Misma hembra adulta de genísaro con sus huevos días después (Foto: Mark Pointer,  agosto 22, 2013).
Misma hembra adulta de genísaro con sus huevos días después (Foto: Mark Pointer, agosto 22, 2013).

Aunque son arácnidos, los solífugos tienen características únicas, ya que su respiración no es pulmonar como la de alacranes, vinagrillos y muchas arañas, sino traqueal, también tienen un metabolismo diferente, mucho más rápido que el de arañas y alacranes. Los solífugos se alimentan de insectos y otros artópodos y en ocasiones ingieren pequeños vertebrados como ratones, lagartijas y serpientes pequeñitas. A pesar de ser fabulosos depredadores, los solífugos también se convierten en presa de animales como lagartijas, escorpiones y algunas arañas como la viuda negra (Latrodectus mactans). Yo he encontrado residuos disecados de solífugos en telarañas de viuda negra en Ex-Hacienda Santa Teresa, Marfil y Noria Alta.

Como mencioné en un principio, el folklor asociado con los solífugos es fascinante y abundante. La mayor parte de leyendas y supersticiones relacionadas con estos espectaculares arácnidos se debe a su apariencia, la rapidez de sus movimientos y su supuesta peligrosidad. En México se les conoce como genísaros (o genízaros), madre de los alacranes (nombre popular también de los vinagrillos), nanas de alacrán, matavenados, escorpiones de viento, arañas camello, arañas de viento, arañas sol y arañas de sol. Estos dos últimos apelativos surgen a partir de que algunos solífugos tienen actividad diurna aunque la mayor parte tiene actividad nocturna. Yo he encontrado interesantes especímenes en Ex-Hacienda Santa Teresa, Santa Teresa, Las Teresas, Lomas de Marfil, Marfil, Noria Alta, el centro de Guanajuato capital y Tajo de Adjuntas (en esta última locación no parecen ser tan abundantes). Muchas creencias sobre el genísaro de Guanajuato son completamente falsas, la más importante es la versión que escuchamos por todas partes de que los genísaros son peligrosos y pueden matar a una persona. De una buena vez hay que decir que carecen de glándulas en sus mandíbulas por tanto no pueden envenenar, de forma que quienes les confunden con arañas están totalmente equivocados, ya que no solamente carecen de glándulas venenosas sino que carecen también de glándulas hileras y sericígenas. Solamente en el mundo hay un caso en la India que está bajo observación y hay muy vaga información al respecto y nadie ha podido comprobar la supuesta peligrosidad de un solífugo de nombre Rhagodima nigrocincta de la Familia Rhagodidae. Pero no hay por qué alarmarse en México ya que ese espécimen solamente vive en la India.

Regresando a los solífugos de Guanajuato, su mordida duele (me consta porque me han mordido en varias ocasiones sin sufrir problema alguno), la parte afectada se inflama un poco pero no pasa de ahí. Quienes juran y perjuran que la mordida fue letal en alguna medida, lo afirman debido a que en el momento de morder se pudo haber transmitido una infección provocada por bacterias en las mandíbulas pero no debido a veneno alguno. Repito, NO tienen glándulas venenosas.

Otro mito surge por el nombre que recibe en algunas partes: “matavenados” pero no matan ni hieren venados ni caballos. En cuanto a las fantasías que circulan en México, hay gente que afirma que si uno mata a un genísaro, su pareja tomará venganza y eso no es cierto, ni siquiera posible. De hecho los solífugos y alacranes son criaturas solitarias que tienden a atacar a su misma especie si intentan convivir en su territorio. Se toleran durante el proceso de apareamiento pero aún en esos momentos intentarán atacar en ocasiones, así que eso de que “la pareja va a ir a ‘vengarse’” es producto total de la imaginación. Hay que mencionar que hay zonas en donde estas especies se agrupan pero es por la abundancia de comida, no por razones emocionales!

El genísaro sufre en México la misma suerte de supersticiones que muchos otros animales como víboras, alacranes, arañas, la llamada mariposa de la muerte (que en realidad es una polilla), murciélagos y búhos, el llamado Cara de Niño que no es sino un inofensivo grillito, (de nombre científico Stenopelmatus sp.) que aunque inofensivos, tras el proceso de colonización y evangelización, se les consideró animales del diablo, animales imposibles de matar, capaces de conectarse con fuerzas diabólicas y tener virtudes de inmortalidad. Estas supersticiones son consecuencia del sincretismo que se dio entre supersticiones europeas y leyendas prehispánicas. Eso combinado con ignorancia y condicionamiento cultural provoca que se satanice a criaturas que son parte de un ecosistema.

Para concluir me gustaría comentar que aunque no sean las criaturas más adorables, el satanizado y temido genísaro es un animal muy interesante y fascinante que merece ser apreciado y respetado en vez de ser sentenciado a muerte cada vez que uno se topa con ellos. El genísaro no presenta amenaza a la vida humana, y es muy importante en la defensa de ecosistemas, ya que es un feroz predador y elimina a muchos insectos y plagas que sí son dañinos a las cosechas y plantas.