El Laberinto

Acoso

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Dibujo de José Chávez Morado (Foto: Especial)
Dibujo de José Chávez Morado (Foto: Especial)

Recuerdo que regresaba a mi casa de la secundaria caminando, tendría trece años y la verdad es que aparentaba menos, lo cual no impidió que un nefasto sujeto cincuentón me gritara desde un auto “te llevo mamita”.

Me gustaría decir que fue un hecho aislado, pero este incidente fue el comienzo de una interminable cadena de experiencias incómodas callejeras, que hasta el día de hoy continúan y que han incluido abrazos forzados, un par de conductores exhibicionistas, persecuciones, arrimones y toma de fotos contra mi voluntad. Estos actos no cesan ni aunque salga con ropa holgada, acompañada o a horas tempranas y ocurre en todos lados, bares, calles, centros comerciales e incluso dentro de la escuela o a la entrada de mi casa.

Se da por hecho que una mujer sola está buscando compañía, que somos lo suficientemente débiles como para que estas acciones queden impunes, que todo arreglo femenino nace en función de llamar la atención y que ejercer nuestra libertad sexual implica que ya no valemos nada y que igual podríamos estar con cualquiera.

Este tipo de conductas limitan el espacio público para las mujeres, que evitamos ciertos lugares, horarios, prendas y conductas y si fallamos en este tipo de clausura se nos responsabiliza de lo que nos pueda suceder, es muy común escuchar, incluso viniendo de otras mujeres, que ante una noticia de violación, abuso, secuestro o asesinato se digan cosas como “Era muy tarde para que fuera sola”, ¿Que esperaba vestida así? O ¿Qué hacía en ese lugar?

Por otro lado, buscando solucionar la problemática por decreto en vez de ir al fondo de la situación educándonos para respetar a los demás, se han creado leyes y se han tomado medidas que dividen, suscitando nuevos conflictos y acrecentando el odio.

Existen quienes asumen que todos los hombres son violadores, que ven acoso y violencia de género en cualquier lugar y que piensan que ser mujer nos da carta abierta para golpear, insultar o agredir al sexo opuesto impunemente y que siempre llevaremos la razón ante cualquier situación. Como siempre los extremos se tocan y cualquier conducta basada en prejuicios, sin importar contra quien vaya, está igualmente equivocada.

Yo quiero un mundo donde pueda transitar con libertad y sin miedo pero también deseo lo mismo para mis hermanos, amigos y para todos aquellos que no anden por la vida violentando a los demás, sin distinciones.