Imaginemos una calle céntrica, hay una cafetería, un edificio de oficinas, una tienda de novedades, otra de abarrotes y algunas casas; sobre la avenida circulan autos y camiones, se encuentra una anciana pidiendo dinero en una acera y una gran cantidad de gente de todas las condiciones sociales circula por ahí, trabajadores, jóvenes y madres con sus hijos.
De pronto comienza un aguacero bíblico, los que van pasando en sus autos o quienes viven ahí no se mojan siquiera, algunos abren su paraguas y siguen su camino, los más rápidos toman lugar bajo los techos de los establecimientos o pelean por un lugar en los camiones, quienes tienen para pagar toman un taxi, compran algo para protegerse o se meten a tomar café mientras esperan. Vemos a la anciana que no pudo correr, pagar, obtener ayuda o refugiarse en ningún lado empapada y tosiendo en el mismo lugar.
Como la mujer del relato, la vulnerabilidad de un individuo o de una población consiste en qué tan profundamente podemos ser impactados ante un imprevisto debido a las condiciones de salud, educación, información, empleo, relaciones familiares y sociales, vivienda, servicios e inclusión en general.
Estos factores van encadenados y al sumarse dan como resultado casos cada vez más graves, no solo en sus condiciones cotidianas de vida sino en la posibilidad latente de empeorar si a esta situación se le suma un factor extraordinario como una enfermedad, una inundación o algo tan sencillo como el incremento sorpresivo de un insumo indispensable.
Existen también quienes crean deliberadamente la vulnerabilidad con fines de explotación o de empoderamiento, es decir que privan a alguien de sus medios para sobrellevar la adversidad y después obtienen ventaja de ello, el que está bajo la lluvia aceptará el trato que sea con tal de conseguir un refugio, aunque quien se lo ofrezca sea el mismo que en principio lo echó a la calle. Así nacen la especulación, la explotación y la trata de personas, por citar algunos ejemplos.
Volviendo a la calle del inicio, lo primero que hay que hacer es no considerar normal a la anciana que pide y para ayudarla o lograr que reciba ayuda debemos recordar que es más sencillo moverla si aun no llueve, que no podemos darle un paraguas si no lo tenemos y que tampoco debemos aceptar uno regalado pudiendo pagarlo.