Candil de la Calle

   La disculpa que nunca se ofreció

Compartir

 

Más allá de la segunda parte del dicho popular que sigue al título de esta columna (culpa manifiesta), los dos actos que desde el gobierno federal han marcado políticamente la semana para los mexicanos han despertado más escarnio y malestar, más caricaturas de los moneros nacionales y memes en las redes sociales, que algún genuino sentimiento de justicia o de reconocimiento al presidente Enrique Peña Nieto (por pedir una disculpa pública por el tema de la Casa Blanca) o al ex titular de la Secretaría de la Función Pública, Virgilio Andrade, por anunciar su renuncia al cargo.

Primer Informe Peña Nieto Especial Destacado   Ambos momentos se dieron en el contexto de la publicación de las reformas legales federales para lo que se ha denominado “Sistema anticorrupción”, que implica siete leyes cuya promulgación fue anunciada el lunes 18 en una de esas ceremonias pomposas a las que todo el mundo es invitado (me refiero, claro, a todo el mundo de esa burocracia privilegiada del país).

En sus palabras, el presidente Peña Nieto habló de “su error”, un error que causó indignación a muchos mexicanos.

Nunca dijo que su error había sido aceptar el multimillonario obsequio de la empresa constructora a la que ha favorecido desde que era gobernador del Estado de México y ahora en la Presidencia.

Nunca dijo que su error fue fingir demencia y simular, una vez que se descubrió, documentó y evidenció periodísticamente por un equipo de reporteros este “obsequio” custodiado por elementos del Estado Mayor Presidencial, decorado al gusto de la primera dama y presumido por ella en revistas donde aparecen celebridades, millonarias y realeza.

Nunca dijo que su error fue ocultar la verdadera naturaleza de la transacción para recibir esta residencia, y simular que se trataba de una compra hecha con los millones que su esposa, Angélica Rivera, recibió por estar en la nómina de Televisa como actriz de telenovelas, con todo y lo absurdo de la justificación y la falsedad exhibida con creces por el trabajo periodístico.

“Pido perdón por la indignación que les causé”.

Tiempo pasado.

Y ya.

En el caso de Virgilio Andrade, éste fue más breve y escurridizo todavía.

El ahora ex secretario de la Función Pública mejor se ahorró el bochorno público y envió un mensaje a medios notificando que se va para que, ahora que se implementa el Sistema anticorrupción (que fue aprobado por unos cuantos dignos de ser indiciados y que será aplicado por ésos que ejemplifican la corrupción, nada menos) se pueda designar al encargado, el cual deberá ser ratificado por el Senado…aunque seguirá siendo nombrado por el presidente en turno.

Virgilio Andrade, vaya pues, no incluyó una sola línea alusiva al denigrante papel que le tocó jugar en la historia de la Casa Blanca, cuya exhibición apenó al presidente (pero nomás poquito), exonerando por la vía rápida a la pareja presidencial, a Higa y a todo el mundo.

Agarró sus chivas, mandó un recadito y, como llegó, se fue.

Su paso por la Secretaría de la Función Pública nada cambió.

Ah, bueno. Algo, sí.

Ahora hay una Casa Blanca más y tenemos un presidente apenado.

Pero nomás poquito.