Hace tiempo, hace algunos años que en el México de hoy no se usaba tanto como desde el domingo pasado el verbo plagiar en su acepción número 1, la que primero aparece comúnmente en los diccionarios, a saber:
1.- Copiar una idea o una obra literaria, artística o científica de otro autor, presentándola como si fuera propia.
A la luz de los acontecimientos, este país se acostumbró en el violento sexenio del calderonismo y en lo que va del actual, a asociar la palabra plagio con ésa, la otra acepción, fatídica y sinsentido al conjugarla con un hijo, un hermano, una madre, un esposo:
2.- Retener a una persona por la fuerza y en contra de su voluntad, con el fin de exigir dinero o el cumplimento de determinadas condiciones a cambio de su libertad. (Sinónimo: secuestrar).
La noticia con que inició la semana fue recibida con gran expectación: la periodista Carmen
Aristegui se ocupó de avisar previamente y pedir la atención del público a su portal de noticias porque presentaría el resultado de un trabajo de investigación sobre una faceta de la vida del presidente Enrique Peña Nieto.
Después del trancazo informativo, social, político, nacional y mundial que fue el reportaje sobre la denominada “Casa Blanca”, los parámetros sobre lo siguiente que presentaría Aristegui quedaron muy altos.
Enrique Peña Nieto, informó en una transmisión por internet que fue vista por un millón y pico de personas, plagió más de una tercera parte de su tesis de licenciatura.
Uno de los autores a quien copió en mayor medida fue…al expresidente Miguel de la Madrid Hurtado.
La Universidad Panamericana no vio u obvió el plagio y le otorgó su título de licenciado.
Países de todo el mundo han replicado la información.
Se ha comparado este hecho con revelaciones de actos similares cometidos por mandatarios que tuvieron que renunciar o dimitir cuando se hizo público.
La discusión se ha centrado en dos o tres puntos:
El plagio en sí, que de acuerdo con la normatividad de la mayoría o todas las instituciones de educación superior, es motivo de expulsión o del retiro del título.
La noticia en sí, que para muchos no fue lo esperado; es decir, no fue “el trancazo esperado”.
Lo común que a tantos les parece el acto de “fusilarse” partes de tesis o publicaciones de otros para sacar como sea la propia tesis (específicamente, entre la comunidad estudiantil en México, triste verdad).
Ni que fuera tan grave, muchos lo hacen, ya nos lo imaginábamos, creímos que era algo peor de Peña Nieto, es gravísimo y deberían de invalidar su título, otra del presidente, Aristegui exageró, qué vergüenza, como siempre se calla Televisa…
El periodismo ha documentado cómo una y otra vez, antes y durante su sexenio, Enrique Peña Nieto ha cruzado la línea entre lo ético y lo que no. Entre lo legal y lo que pisa el terreno de la ilegalidad. Entre lo políticamente correcto y el autoritarismo más dictatorial. El plagio se suma y va redondeando la biografía no autorizada del ocupante de Los Pinos.
Porque ojo, ¿eh? Estamos hablando del presidente de México.
Un presidente que plagia.